Mientras imprimía un nuevo ejemplar de la novela, me ha sido imposible no releer las palabras que se encontraban impresas en las hojas que iban saliendo por la impresora.
Así es imposible centrarse en escribir algo, cuando al leer esas hojas, vuelves a engancharte a la historia que nos cuentan las páginas del libro y sigues leyendo hasta que llegas al final del capítulo. Pero entonces y como yo lo he releído mil veces y sé que es lo que ocurre a continuación, sigo leyendo al quedarme enganchada en su vida. En definitiva. Quería escribir el blog antes de las nueve de la noche, pero me ha sido imposible, pues me he puesto a releer el libro y acabo de terminarlo, de nuevo.
¿Por qué no me canso de leerlo si sé lo que ocurre y cómo acaba? ¿Qué tiene esta historia que no tengan las demás que no he terminado? Ni siquiera yo misma lo sé. Lo único que sé es que tiene que ver la luz de alguna forma.
Y ahora, me vais a perdonar que cambie radicalmente de tema, pero si sigo hablando de la novela contaré cosas que no quiero contar aún, así que lanzaré un tema al aire, algo que no tiene nada que ver con ela, o si.
¿La sociedad de hoy en día le está robando su infancia a los niños?
¿La sociedad de hoy en día le está robando su infancia a los niños?
Supongo que con las prisas de los padres por llegar a hacer todo aquello que deben o quieren hacer, es mucho más fácil recluir a los críos delante del televisor, del ordenador, o de la consola de videojuegos, a tener que llevarlos al parque, o a algún lugar donde puedan jugar con sus bicicletas o sus amigos.
Leyendo un artículo en Internet donde hablaba sobre una nueva generación de niños, (una horrible manía que tiene la gente de meter a todas las personas en un mismo saco), me he quedado sorprendida al leer, que ante un diecinueve por ciento de críos entre dos y cinco años, que saben usar las App, (Aplicaciones para Smartphone), solo un nueve por ciento sabe atarse los cordones de los zapatos, y ante el sesenta por ciento que sabe jugar a un juego de ordenador, tan solo un cuarenta y ocho por ciento sabe montar en bicicleta. Así, ante el veinte por ciento de menores de cinco años que saben nadar sin ayuda, hay un veinticinco que son capaces de abrir el explorador.
¿Qué estamos haciendo? ¿Qué les estamos enseñando? ¿Es que somos capaces de robarles la infancia por nuestra propia comodidad?
Yo no sé si es que soy demasiado inconformista o es que sólo leo noticias absurdas de gente absurda que lo único que es capaz de hacer es inventarse historias para que cuatro gilis digan:
"Siiiii.....mi hijo también sabe usar el ordenador, jejejeje.... El otro día intentó lavar la impresora por dentro porque estaba sucia, pero juega a la consola que parece que sea el KungFu Panda"
Con lo bonito que era estar en la calle hasta la hora de cenar, corriendo y jugando al pilla-pilla hasta que terminabas agotado de tanto correr tras tus amigos. Con el reto que fue quitarle las ruedecitas a la bicicleta y convertirte en una niña mayor. Con la de aventuras que encontrábamos cuando los días de sol nos íbamos al bosque a buscar renacuajos... Sigo diciendo que no soy una tecnófoba y que se pueden compaginar los juegos de antaño con las nuevas tecnologías y los nuevos modos de jugar.
Supongo que a esto se le llama evolución, pero cuidado, a ver si en vez de evolucionar, vamos a involucionar para hacer de nuestra generación de niños, una generación de I diotas (esto va por la generación I, como ahora la llaman)
Slow Life. Más juegos de toda la vida y menos Mario Bross.
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