O cómo dar vida a un trozo de piedra.
A estas alturas, ya debéis saber que la escultura es otra de mis pasiones. Todos los museos de París, tienen una gran cantidad de obras que merecen su propia entrada.
A estas alturas, ya debéis saber que la escultura es otra de mis pasiones. Todos los museos de París, tienen una gran cantidad de obras que merecen su propia entrada.
Siempre me ha fascinado ese arte. Poder plasmar en un trozo de piedra un alma, poder darle vida aunque sea a partir de una naturaleza muerta. Poder dejar tus sentimientos en un rostro frío y pétreo. Sé que jamás sería capaz de hacer algo así, pero disfruto del arte que nuestros antepasados nos han dejado para nuestro disfrute.
Psyché ranimée par le baiser de l'Amour de Antonio Canova (Louvre)
Esta es mi obra favorita y la mires por donde la mires es perfecta. Cuántas horas durante el transcurso de mi vida habré contemplado esta obra y jamás me cansaré de mirarla.
El día que hable sobre mitología, os contaré esta preciosa y triste historia, pero por ahora, solo os diré, aunque en la fotografía no se puede ver, que la cara de ella es todo un poema. Para haceros una idea, fijaros en el rostro de Eros, si eso no es amor, es que el amor no existe. Por mi parte, creo que el amor puede salvarnos de cualquier cosa terrible y esta escultura lo resume. ¡Sin palabras!
Los primeros funerales de Louis Ernest Barrias – 1878 (Petit Palais)
El éxito de esta obra le vino a Barrias por todo lo que los rostros de Adán y Eva cuentan, mientras llevan el cadáver de su hijo Abel. Se dijo de ella que era la más alta manifestación de sentimientos en una escultura. Con esta reconstrucción de la primera irrupción de la muerte en el mundo, Barrias consigue plasmar y dar vida al mármol como pocos antes lo han conseguido. Fijaros en el rostro desencajado de Eva y en la serenidad de Adán, mientras busca las fuerzas en su interior para poder mantener en alto el cuerpo de su hijo sin venirse abajo. ¡Sencillamente genial!
Antorcha encargada para la escalera de la Ópera 1873 - Albert Carrier-Belleuse (Orsay)
¿Una antorcha? Muchos de nosotros no podemos concebir la vida sin electricidad, pero con una antorcha así, cualquiera se acostumbraría a la luz del fuego.
Esto es sólo un molde, pues las antorchas del palacio Garnier, la antigua ópera de París, son de bronce, pero ya aquí, se puede ver la delicadeza de sus manos, sus poses de ninfas, suaves, casi etéreas, como si pudieran emprender el vuelo en cualquier momento. Sus rostros perfectos y sus curvas dibujadas como la moda de aquel tiempo. ¡Maravilloso!
Psyché perdi l'amour de Augustin Pajou (Louvre)
De nuevo Psyché. No sé que tendrá este personaje que me gusta tanto. Será el sentimiento que me transmite, será la pureza de sus curvas o todo lo que siento cuando miro su rostro apenado.
Cuando la obra fue expuesta en 1785, la desnudez y la realidad de su rostro afligido hizo que el publico exigiera su retirada, teniendo que exponerla el autor en su taller privado. A veces la masa no está preparada para enfrentarse a según que emociones. Yo en cambio disfruto con los sentimientos puros, sean alegres o tristes, pues no dejan de hacernos sentir que estamos vivos.
Aurore de Denys Puech - 1900 (Petit Palais)
Esta obra tan limpia, neta, cálida, traviesa, me hace mostrar una sonrisa en mi cara cada vez que la veo. Su rostro escondido baja la mata de pelo y como se lo levanta como diciendo, ¡Eh, he llegado! ¡Despierta un nuevo día! Me fascina. Parece como si te dijera que abras los ojos y que todo puede ocurrir. Con esa sonrisa maliciosa que te transmite picardía y dulzura. Creo que a veces deberíamos levantarnos con esa expresión y hacer que nuestro día a día fuera algo mas pícaro y travieso.
Cornélie, mère des Gracques de Jules Cavelier - 1855 (Orsay)
Es una pena que no podáis ver esta obra con toda claridad, pero os puedo decir que la pureza de sus líneas no te deja frío cuando la ves. Si algo me transmite esta obra es protección. Mirad con que seguridad se coge el pequeño a la mano de su madre sabiendo que nada le va a pasar y como ella, posa su otra mano sobre el hombro del hijo mayor transmitiéndole seguridad y firmeza. Confianza. Sentimientos que cada vez se van perdiendo más en nuestra loca sociedad.
Jeune Baigneur jouant avec son chien du Dantan Aîné (Louvre)
Con tantas estatuas que hay en el Louvre, puede ocurrir, que a veces pases de largo de algunas que, en posiciones algo ocultas, te muestran escenas del día a día, transmitiéndote lo que en esa época podían sentir sus protagonistas. Con que cariño mira a su perro el chico mostrándole un pato, (espero que de juguete, aunque tiene toda la pinta de que no), para poder jugar con él. Las finas líneas de esta obra, la delicadeza de los músculos del muchacho, hace que se quiera acariciar la estatua, aunque no os lo recomiendo, pues la seguridad del Louvre es muy férrea.
Les trois Graces de James Pradier 1825 (Louvre)
La obra clásica por excelencia. Las tres mujeres más retratadas, pintadas, esculpidas, copiadas, fotografiadas del mundo. Si jamás habéis estado delante de ellas, no podéis saber lo que se siente. Si bien, la historia que cuentan es muy bonita, lo mejor es ver sus expresiones, sus curvas, su delicadeza y la poca importancia que le dan ellas mismas a su desnudez que es contemplada por millones de personas al año. Siempre he pensado que si tuviera que elegir a una de las tres, elegiría a Eufrósine, que es la musa del medio y que corresponde a la alegría, el júbilo y el placer con la que se hace el trabajo.
Aunque está en un lugar privilegiado, en el centro de las escalinatas principales, si la gente no se arremolinara junto a esta obra de casi dos metros y medio, muchos pasarían por su lado sin parar a mirarla, a pesar que es una de las obras más antiguas que posee el museo.
Esta figura femenina con alas, que representa la Victoria, se posa sobre la proa de un navío, envuelta en un fino manto que se adhiere a su cuerpo dejando traslucir su anatomía. Las gasas, forman un rollo sobre el muslo derecho para caer luego entre las piernas, organizándose en distintas direcciones, mostrando como la figura se enfrenta a un verdadero remolino ascendente que quiere atraparla. Asombraos de la longitud de las alas y de cómo se disponen las plumas, también sometidas a la dirección del viento. Disfrutad de las curvas y de la delicada sensación de movimiento e inestabilidad que transmite esta obra que domina como buena Victoria a las fuerzas naturales del mar y el viento, (lo siento, debéis estar allí, para ver todo lo descrito).
Por cierto, mirar su ala, y ahora recordar el símbolo de una marca muy famosa de zapatillas de deporte. ¡No es casualidad! Dicen los rumores, que los diseñadores del logo, se inspiraron en esta obra, por su alegoría a la rapidez y al aguante del embite del mar.
¡Slow life! Buen fin de semana y muchos, muchos besos.
Hermosas esculturas, algunas de ellas proyectan sensualidad, te felicito por la descripción que realizas de las obras se nota que logras una conexión con la expresión artística de la escultura.
ResponderEliminarHola Sebasthian!!
EliminarSiento no haber publicado tu comentario hasta ahora pero estaba desconectada por vacaciones. Gracias por tus palabras, se denotan en ellas que tú también amas el arte. Aprovecho para invitarte a mi Facebook oficial que tengo como escritora https://www.facebook.com/GloriaCodina
Un saludo y Slow life!!
Hola Gloria
ResponderEliminarme llamo Rossy y me he quedado prendada de tu blog....Te mando un saludo desde Berlin......
hasta pronto
Hola Rossy, te contesto tarde debido a un parón por las vacaciones. Muchísimas gracias por tu comentario. Si te ha gustado mi blog, puede que también te guste mi página oficial de Facebook como escritora
Eliminarhttps://www.facebook.com/GloriaCodina
Aún estoy comenzando mi carrera, pero espero que mis libros algún día lleguen a Berlín. Un abrazo desde Barcelona.