¡Qué me gusta París, no hace falta que lo diga! ¡Qué es la ciudad del Arte por excelencia, supongo que tampoco! ¡Qué soy una enamorada de la historia y de la historia del arte, por supuesto!.
Esta pasión por el arte ya me venía de pequeña, cuando mis padres me mostraban en las enciclopedias la Capilla Sixtina o el David de Miguel Ángel con sólo seis años de edad, pero se reafirmó durante el último curso de la EGB, que estudié en San Francisco de Asís, pues recuerdo haber tenido a una profesora de historia, (creo que se llamaba Srta. Sambola o Sambora), que también nos daba clases de historia del arte.
Ella era "rara". Una mezcla entre la Srta. Rotenmeyer y la bruja de Blancanieves, antes de su transformación. Alta, morena, siempre con el pelo perfectamente recogido en un moño que le daba un aire sobrio a la par que elegante. De piel blanca y labios rojos y con la piel de su rostro estirada gracias al recogido. Era dura y, jamás supe porqué, se creía que copiaba en los exámenes, aunque puedo jurar que nunca lo hice. Fue una de las mejores profesoras que he tenido, (junto a Sor Julita), y con la que mi pasión por el arte y la cultura, voló hasta límites insospechados, queriendo ser arqueóloga, aunque, por cosas de la vida, ese no fue el camino que al final escogí.
¿Que habrá sido de la Srta. Sambora? ¡¡Dios, debe tener mil años ya!!
Bueno a lo que iba... Voy a permitirme la licencia de acabar esta semana hablando de arte, aunque, os aseguro que podría llenar millones de páginas sobre este tema que tanto me apasiona.
Empezaré por el Musée Carnavalet que se sitúa en el barrio de Le Marais, (que significa Marisma, pues antiguamente era una pantano), de París. El museo se encuentra ubicado en el número veintitrés de la Rue de Sévigné. La calle lleva ese nombre por Marie de Rabutin-Chantal, más conocida como Madame de Sévigné, quien se instaló en el edificio en mil seiscientos setenta y siete y no lo dejó hasta su muerte en mil seiscientos sesenta y dos.
Además de ser el museo de historia de la ciudad, tiene una rica colección de arte decorativo, muebles, habitaciones con deliciosos trampantojos y se respira aire a siglo XVII y a la riqueza de los nobles antes de la Revolución Francesa.
El Museo está compuesto por dos edificios que se comunican entre sí con una galería en el primer piso. Si los jardines están abiertos, no os lo perdáis, aunque las mejores vistas de ellos, los encontraréis mirando desde arriba, siempre que encontréis una ventana abierta, pudiendo ver el maravilloso paisaje decorativo en toda su magnitud.
Otro día hablaré sobre las artes decorativas, pero hoy voy a intentar centrarme en la pintura.
Hay muchos cuadros en el museo, pero estos son mis favoritos:
Armenonville, le soir du Gran Prix de Henri Gervex 1905
Une soirée au Pre-Catelan de Henri Gervex 1909
Los dos cuadros reflejan el lujo y la riqueza que algunas de las familias más pudientes de París podían llevar durante la Belle Epoque. Lo curioso del primer cuadro es que actualmente el pabellón de Armenonville en el Bois de Boulogne, donde se sitúa la pintura, está abierto y se alquila para fiestas privadas como antaño. y tiene el mismo aspecto que en la pintura.
Lo que jamás deja de sorprenderme del arte de pintar, son los retratos. Supongo que para las personas de la época, eran como nuestras fotografías y su modo de ser recordados más allá de su tiempo. Siempre me ha impresionado lo reales que parecen, aunque dicen, que la mayoría de veces, el retrato no era un fiel reflejo de la persona que representaba. Ya que se hicieron para ser recordados...¡Vamos allá!
La baronne Le Vavasseur de Carolus-Duran 1875
Nacida bajo el nombre de Léonie Dufresne. Se casó en primeras nupcias con el barón de Vavasseur y en segundas, en 1902, con Georges de Vaucouleurs, marqués de Lanjanet.
Tras la revolución francesa, durante el mandato de Napoleón, se puso de moda entre las mujeres de los altos mandatarios, vestir con gasas y tules al modo romano o griego y emular a las diosas de la mitología. Incluso estaba bien visto en las fiestas, que andaran casi desnudas. Por ello, los retratos de esa época son pintados inspirándose en esa moda.
Mademoiselle Duchesnois de François Gérad 1777-1835
Esta muchacha, (representada aquí como Diana la cazadora), se llamaba Catherine Josephine Raquin. Era una comediante de teatro y se dice que fue una de las amantes de Napoleón. Dicen que la generosidad del pintor Gérard, la hizo más bella de lo que era y Alexandre Dumas, la describía de este modo en uno de sus escritos: "... esa nariz produce un silbido de acuerdo con su tamaño y su rostro y tiene semejanza con uno de esos leones de loza que se apoyan sobre las balaustradas. Su falta de belleza se perdona con lo escultural de su cuerpo que, como el de la Venus de Milo, ella se apresura a enseñar y a entregar a fin de conseguir que se olvide su primera y lamentable expresión"
¡Qué gracioso el Dumas! ¿No?
Madame Hamelin por Andrea Appiani 1776 a 1851
Jeanne Geneviève Fortunée Lormier-Lagrave se casó tras la revolución francesa, con Romano Hamelin acompañándolo a Milán donde conoció a Josefina Bonaparte Regnaud, esposa de Napoleón, quien se convirtió en una de sus grandes amigas, aunque jamás tuvo la notoriedad de Madame Recamier o Madame Tallien.
Thérésia Cabarrus por François Gérard 1773 a1835
Quién no conozca la vida de esta gran mujer, se pierde una parte de la historia de Francia sumamente interesante. Teresa Cabarrus fue la hija de un banquero español que a grandes rasgos, pasó a la historia por ser entre otras cosas, esposa de Tallien, quien provocó el golpe de estado que hizo que Robespierre acabara guillotinado. Dicen que de no ser por Teresa, Tallien jamás habría dado ese golpe de estado, golpe que, por otro lado, la salvó a ella misma de acabar en la guillotina. Os aseguro que su vida no tiene nada de aburrida. Si a alguien le interesa saber más sobre ella, dadme un toque y os diré un libro bastante bueno.
Juliette Récamier por François Gérard 1777 a 1849
Jeanne Françoise Julie Adélaïde Bernard se casó con 15 años con el cuarentón financiero lionés Jacques Récamier. Fue destacada organizadora de un famoso salón literario en el París postrevolucionario y napoleónico quitándole el protagonismo a Nª Sra. de Termidor, más conocida como Teresa Cabarrús, por su juventud y su lozanía.
Une messe à la chapelle expiatoire de Lancelot Turpin de Crisse - 1835
Acabo con esta obra, que no es sino una misa en la capilla expiatoria, donde al parecer cuando se pintó el cuadro aún se oficiaba misa. La Capilla Expiatoria está ubicada en lo que era el antiguo cementerio de la Madeleine. Construida en memoria del rey Luis XVI y la reina Mª Antonieta, encargada por su hermano en el lugar exacto donde fueron enterrados los reyes, tras su decapitación en 1793. En el sótano está la cripta y un altar de mármol blanco y negro sitúa el punto exacto dónde se encontraron los cuerpos. Hoy en día es una de las visitas que el turista de a pie no suele hacer, pero que vale la pena, aunque, eso si, id acompañados, porque la cripta da un miedo horrible, sobre todo si no hay nadie visitándolo, como fue mi caso.
La entrada de hoy parece más larga de lo normal, pero es lo que tiene documentar lo que dices con las fotografías de los cuadros originales.
Mañana, el Museo D'Orsay. ¡No os lo perdáis! y... ¡Slow Life!
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