jueves, 8 de enero de 2015

2015, el año que asesinaron la libertad



Las fiestas ya han terminado y con su final, todo vuelve a la calma, y en mi caso al silencio de una casa, que por estas fechas se llena de gente y de tiernas voces que no paran de hablar, incluso antes del necesario café matinal, que es el que me pone en marcha.
Ahora, de nuevo en la soledad de mi despacho, las musas, una vez se aseguran de que vuelvo a estar a solas conmigo misma, vuelven a pulular a mi alrededor para inspirarme nuevas historias, que en un tiempo ya tendrán vida propia sobre cientos de páginas, ahora en blanco.

Lamentablemente, este año 2015 ha comenzado con la noticia del salvajismo de unos pocos radicales fanáticos, que se han llevado por delante la vida de doce personas, por el mero hecho de que no les gustaba lo que dibujaban.
De veras que intento comprender, como un ser humano puede llegar a matar a otro, solo porque haya ridiculizado la imagen de su dios, su profeta, o su religión. Intento adentrarme en la mente de esos mal nacidos, y solo puedo decir que imagino que deben ser seres débiles a los que algunos mal llamados, “guías de su fe”, les sorben el poco cerebro que tienen, para inculcarles un dios que no existe, más que en las perturbadas mentes de algunos pocos, que usan esa divinidad para crear el caos, para llevar el miedo de un dios guerrero y malvado que desea inculcar por la fuerza su severa ley.
Como mujer de fe que me considero, numerosas han sido las veces que he visto la imagen de mi Dios ridiculizada. Y si bien, puede que sí, que interiormente me fastidien esos actos, jamás se me ocurriría callar la boca o intentar amordazar la libertad de expresión de aquellos que satirizan y que usan la polémica para vender más, porque yo, como mujer libre, tengo el poder de decidir si eso me afecta o no, siendo la solución, pasar la página, no comprar esa publicación, o incluso, leer aquello que puede que me ofenda, para ver la poca imaginación que tienen algunos, que necesitan de la polémica para darse a conocer al mundo.

En septiembre del 2012, escribía un blog sobre la publicación de las primeras viñetas, que ya tuvieron su contestación a manos de algunos radicales. En él comentaba que los artistas tenemos un deber con el público, y de alguna manera, venía a decir que tan en contra estaba con aquel radical que intenta imponer su fe por la fuerza, como el que se mofa y hace escarnio de algo en lo que millones de personas creen. Ahora ante estos hechos deleznables que han acabado con vidas humanas, no puedo contradecirme, porque faltaría a mi propia integridad, pero está claro que, cuando alguien se cree con el derecho de imponer su fe por la fuerza, acabando con lo más sagrado que nos ha dado Dios, que es la vida, pierde todo derecho de defensa, y por mi parte, de perdón, aunque en verdad creo que son solo marionetas de alguien a quien le va muy bien esa cultura del miedo, esa imposición de la violencia que tanto nos aterra a los ciudadanos de a pie.

Para ser sincera. Yo no soy Charlie. No puedo serlo. Pero siendo una de las que defienden a capa y espada la libertad de expresión, y la libertad humana de intentar llevar nuestras ideas a los demás, de la forma que mejor creemos que pueden llegar, no acepto y no perdono el radicalismo, el fanatismo y la cultura del miedo que algunos quieren imponernos. Y si bien no puedo firmar el titular “Todos somos Charlie”, si firmo otro que dice “La libertad asesinada”.
La violencia no es la solución. La violencia es un acto abominable que lo único que crea es más fanatismo y radicalización. 

No podemos permitir que el miedo gane la partida. No podemos permitir que la libertad sea asesinada. Llamarme ilusa, pero tengo la esperanza de que el ser humano cada vez le tenga menos miedo al miedo.