viernes, 25 de noviembre de 2011

La cultura del castellano


¿Hemos de pedir perdón la gente culta porque los demás no nos entiendan? ¿Somos nosotros quienes hemos de disculparnos por hacer uso de nuestra preciosa lengua castellana, que cada vez se diluye más en la mediocridad de las palabras callejeras o chabacanas?

Me pregunto esto mientras pienso en que cada vez más, la gente con la que hablo, sobre todo jóvenes, aunque a algún adulto me he encontrado también, a veces, me miran como si no comprendieran lo que estoy diciendo, solo porque uso palabras cultas, e incluso alguna vez me he tenido que escuchar que hablo muy “raro o antiguo”.

¿Raro? ¿Antiguo? ¿Es que acaso una lengua se queda antigua? Es antiguo usar palabras como no seas “necio”, en vez de no seas “tonto”. O... No me importa esa “nimiedad” por no me importa esa “tontería”. 

¿Quién es el raro y quién es el tonto?

¿No será que solapan la incultura con la modernidad porque carecen del conocimiento de esas palabras y se niegan a perder su tiempo en buscar el significado de las mismas?

¿Acaso he de pedir perdón yo por hablar un castellano correcto? Y eso que siendo catalana aún tengo la manía de juntar las dos lenguas y catalanizar alguna que otra palabra.

¿Tiene miedo la gente a la cultura? ¿A mostrarse demasiado inteligente para no ser demasiado diferente a los demás?

Me pregunto si es por ese hecho de que hoy día, triunfen series tan cutres como las que nos muestran esa parte de la sociedad, que valga mi ignorancia yo realmente pensaba que no existía, que se vanagloria de ser un inculto, de usar palabras de la calle, de inventarse incluso su propia jerga, de ser felices con su mediocridad. Si existen, no creo que sean felices con lo que tienen y que no quieran más. Más conocimientos, más cultura, simplemente saber más.

La verdad es que sigo dudando, de que esa clase de gente, sea la mayoría en esta sociedad nuestra, pues... 

¿Quién es el listo que dice que por haber nacido en un barrio obrero o dedicarse a limpiar casas, seas una persona inculta? ¿Acaso la cultura, el querer saber no es algo innato del ser humano? ¿Conocer, aprender, instruirse? ¿Acaso no existen bibliotecas en las que poder leer?
No conozco a nadie que no quiera eso, que no quiera saber más, que no se pregunte miles de cosas al día... y sintiéndolo mucho, si ese tipo de gente existe, no quiero conocerlos, porque no aportarían nada nuevo a mi vida y esta es muy corta para rodearse de gente así. ¿No?

Ya sabéis que para mí, la palabra snob no es una mala palabra, y sé que puede, que el que esté empuñando una lanza por la buena dicción del castellano, me convierta en una snob, pero realmente me da igual. Jamás me he creído por encima de las personas que nunca han tenido la oportunidad de aprender, ahora, eso sí, la gente que NO quiere aprender, la gente que le da igual NO mejorar su vida, aquellos que se regodean con sus desgracias porque es lo que les ha tocado vivir, aquellos que creen que abanderan la modernidad del lenguaje tan solo porque desconocen las mínimas reglas del castellano... Esos a mí, me dan muchísima pena, aunque entiendo que en esta loca sociedad debe haber de todo. Lo que me fastidia verdaderamente es que se englobe al conjunto de un país por esa mayoría, dando al mundo exterior la imagen de la incultura y de ser un país de toros y pandereta. 

Así... ¿Cómo nos van a tomar en serio?

Existe un antiguo dicho de la china milenaria del siglo XVI, (no de la actual, por supuesto), que dice:

“No te detengas ante el sonido de palabras que no conoces, como tampoco temas a la oscuridad del destino: en los dos casos se pueden conseguir infinitas satisfacciones”

Slow Life y un poquito más de cultura, por favor.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Envidia y cobardía, las hijas del diablo


Durante mi infancia me crié en un estricto colegio de monjas femenino, donde estoy segura que me enseñaron muchas cosas que me han servido en mi vida, aunque ahora no se me ocurre ninguna. Uno de mis recuerdos es para las clases de religión, donde nos enseñaron que el diablo tenía patas de carnero, cuerpo de hombre y cuernos retorcidos de cabra.

Cuando pasaron los años y siendo mis clases favoritas la de historia, y la de historia del arte, me aficioné a la mitología, y descubrí que aquel diablo que me habían descrito las monjas en su día, no era más que el dios Pan de la mitología griega, o Fauno, en la romana.
Para aquellos que no conozcáis esas leyendas, os contaré que el dios Pan, era el dios de la fertilidad y la sexualidad masculina desenfrenada. Disponía de un gran apetito sexual, y todo lo que hacía en su vida, era tocar su zampoña, un instrumento musical con el que las ninfas que vagaban por el bosque quedaban encandiladas hasta tal punto de cegarse, y no ver su fealdad hasta que era demasiado tarde y las tenía en su poder.

Seguí acumulando años, y alguien me dijo una vez que el diablo no existía y que era un invento humano para que los niños se portaran bien. Con la educación que yo había tenido, me costó creerlo, aunque como siempre, yo estaba abierta a escuchar las distintas opiniones sobre ese tema, pues creo que es así como te forjas tus propias ideas.
Indagando sobre el tema, un amigo mío que estudió teología, también me dio su punto de vista, diciendo que aquellos que cuentan que el diablo no existe, deben tener mucho cuidado, pues son ellos los más vulnerables para que se apodere de sus almas. Aquello me sorprendió, pues pensando que según la religión católica, nuestra alma no nos pertenece, jamás entendí como se puede apoderar de ella el maligno, si nosotros no tenemos la potestad para venderla.

Siendo yo una persona abierta a cualquier idea, menos a las que me parecen retrógradas y necias, como son aquellas que coartan la libertad del individuo a pensar y a hacer lo que verdaderamente quiere hacer, por motivos sociales, religiosos o culturales, no deja de extrañarme, como l@s hij@s del maligno, nos rodean en nuestro día a día.
Una de sus preferidas, es la Envidia. ¡Qué arma tan poderosa tiene el mal con ella! Es sibilina, sigilosa y se va metiendo en la vida de las personas hasta que ennegrece su alma y por ende su corazón y su mente.

Mi abuela me decía muchas veces, que para ser feliz en esta vida, el secreto era no envidiar a nadie, pero que nadie me envidiara a mí. Si bien es algo que jamás he buscado, (que me envidien), ya sea por h o por b, al parecer, tengo algo en mi vida, que siempre, quiera o no, envidian los que me rodean. A ver, aclaremos este punto. No es que yo me sienta envidiada, pues mis amigos, aquellos que son de verdad, no lo hacen. Y por supuesto, yo no quiero ser envidiada, pero al parecer, disponer de una mente abierta, ávida de aprender, de saber, de conocer, de experimentar... Tener una vida liberal, distinta a la que la sociedad a veces quiere imponernos, de una familia espectacular en la que siempre me he apoyado y que siempre estará a mi lado... El tener a un hombre maravilloso, de aquellos que cuando Dios fabricó, rompió el molde, porque solo podía haber uno. Que tiene su puntito de maldad, de rebeldía, de libertad bien entendida. Que disfruta de la vida sin importarle el mañana, que me adora pase lo que pase, pese a quien le pese y pete quien pete, y que desea acompañarme en este camino que es la vida, porque ama lo que soy, sin querer cambiarme... El ser un espíritu libre que va con la verdad por delante, que no se agarra a los hierros candentes de lo políticamente correcto... Todo esto que ahora os cuento, al parecer, jode a aquellos hijos de la envidia que no son nada, porque nada tienen.

Otra de las hijas favoritas del mal es la Cobardía, y por tanto, esta va unida a su hermana, apoderándose de los que siempre han caminado por sendas recorridas con anterioridad por otras personas, porque son tan cobardes que no osan caminar por nuevos caminos, no vaya a ser que sus plácidas y tranquilas vidas se desmoronen.
Son personas infames, necias, incultas, retrógradas, que coartan su propia existencia con normas absurdas que en realidad no quieren seguir. 

Pero... ¡Esperad! ¡Aquí viene lo mejor! 

Esos envidiosos y cobardes, corroídos por el maligno, tienen el corazón tan negro, que además de tener unas patéticas vidas, desean que todos seamos como ellos, e intentan cortar las alas de esos espíritus libres con amenazas ridículas, cuando no se dan cuenta, que la libertad que nosotros poseemos, se basa en la total sinceridad, y que los que nos rodean, lo conocen TODO sobre nosotros, absolutamente TODO y que lo aceptan, pues ellos son igual que nosotros y pertenecen a esta élite de almas libres que vuelan sin pensar en lo que dirán y que abanderan una frase que me encanta:

-SI NO TE GUSTA COMO VIVO, MIRA HACIA OTRO LADO,
PERO DEJA DE TOCARME LOS COJONES–

¿Sabéis algo que une a esos envidiosos? A parte de unos pensamientos negros que a nosotros ya no pueden dañarnos, pues aprendimos a estar por sobre de estas nimiedades.
La incultura, la infelicidad, una latente soledad interior que va destrozando sus corazones y por supuesto, la imbecilidad de creer que bajo el anonimato, (hoy en día eso no existe pues teniendo buenos contactos enseguida puedes conocer a quien pertenece una IP), pueden decir sus sandeces y escupir su mierda sobre alguien que ha sido, es y será feliz siempre. Por nosotros y por supuesto por ellos, pues en el fondo nos dan mucha pena esos seres desgraciados que no tienen nada más que hacer que volcar sus frustraciones en la gente de pensamiento liberal.

¡¡SLOW LIFE!!

P.D: Aseguraros de vivir esta vida tal como deseáis, porque es la única que tenéis. Besitos!!!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La escala de valores del futuro gobierno de España


Cuando era pequeña, mis padres votaban a un partido que se llamaba Alianza Popular. Lo recuerdo, porque corría por casa un muñequito de goma regordete y con cara de pocos amigos, que representaba al señor Manuel Fraga con el que a veces jugaba, pues para mí, que era aún una niña, era un juguete simpático. 
Nada sabía yo de política, de leyes, y por supuesto de modos de vida, pero sí tenía claro, que mis padres, y por deferencia yo misma, teníamos una escala de valores muy firme.

Cuando cumplí los dieciocho, sin saber lo que hacía y sin preguntarme si había algo más, también voté a ese partido, pues, por aquel entonces, no tenía criterio político y en una familia anclada en los años cincuenta y católica hasta la médula, parecía defender lo que mis padres creían por aquel entonces, el modo de vida tradicional. La familia con hijos, casada para siempre. Trabajadores de empresas sólidas, que cuidaban de ellos, llegando a cumplir veinticinco años en la misma empresa, cosa que se celebraba y se recordaba con una placa en honor al trabajador, (creo que aún corre por casa esa placa de mi padre).

Ni siquiera recuerdo como se produjo el cambio de Alianza Popular al Partido Popular, pero sé que mis padres dejaron de votarles, para votar a la derecha catalana, a medida que sus valores también evolucionaban.

Desde qué comencé a preguntarme el porqué de las cosas y ha crear mi propia escala de valores, al comprobar por mí misma que el mundo no era como las historias que mi madre me contaba de color de rosa, que me di cuenta que en verdad, ningún partido político tenía unos valores firmes y que estos, volubles de por sí, variaban según los escaños que quisieran conseguir.
Aún así, este año quise leer, de cabo a rabo, el programa electoral de ese partido, (pues siempre he pensado que no puedes hablar de lo que desconoces), y desde aquí mis felicitaciones para el creador de tan "maravilloso" cuento, donde se explica, punto por punto, todas las maravillas que van a hacer cuando estén en el poder.
¿Por qué no me creo ese cuento? Por la misma razón que no me creo ninguno de los programas electorales de los otros partidos políticos. Porque aunque uno solo de los componentes del partido crea que eso es posible, no significa que cuando tenga el poder, lo pueda llevar a cabo. Así es la política.
¿Qué ocurrirá cuando nuestro futuro gobierno, y le llamo así porque todas las encuestas lo dan como ganador, realice su "magnífica" reforma laboral, permitiendo lo que ellos llaman empleo estable y oportunidades para todos? ¿Qué ocurrirá cuando saneen el sistema financiero facilitando la gestión de las entidades financieras que así lo precisen? ¿Qué pasará con su reforma del empleo público, de la educación básica, de la universitaria?
Nada.
Porque nada va a cambiar. Porque es el mismo hueso con otro perro. Porque el ciudadano de a pie no les interesa nada más que por sus votos.

Creeré en la política cuando todos los partidos consensuen un cambio general en la misma. Por ejemplo, reduciendo el número de congresistas. De ayudantes. De ayudantes de los ayudantes. Cuando dejen de malgastar el dinero público en cochazos, viajes, y cenas de "empresa". Cuando se bajen el sueldo, y cuando dejen de permitir que los directivos de compañías como telefónica se suban el sueldo mientras siguen con los despidos masivos. Cuando los cargos "menos importantes" se decidan a dedo.

Puede que me niegue a aceptar la realidad. Puede que como tantas otras mujeres de mi familia, haya nacido demasiado pronto y que no esté hecha para esta sociedad que tan pocas cosas se pregunta. O incluso puede que sea demasiado ilusa y que las historias con final feliz, realmente no existan, pero sé que nada vamos a solucionar votando a los mismos de siempre.
Puede que la diferencia de clases deba existir para un buen funcionamiento del mundo, pero odiando como odio las injusticias, y sabiendo que solo las buenas acciones han de ser premiadas, me niego a creer que la sociedad premie a gente, (y ahora no hablo de partidos, si no de políticos en general), que tiene sueldos millonarios, y que cuando está en el poder, en vez de proteger a los trabajadores, (que en definitiva son el motor de un país), cuide más a los empresarios, que les explotan con horarios interminables y sueldos ridículos.
Puede que lo que me ocurre, no sea que no crea en la política en sí, sino que no creo en la gente que la representa, como, por poner un ejemplo, la Sra. Pol, que con sus denigrantes acciones, demuestra que clase de escala de valores tiene, cuando critica a la ministra de defensa, mostrando como usan su sexo las mujeres del PSOE para conseguir las cosas profesionalmente, (que conste que tampoco soy de este partido). Con lo que nos ha costado hacernos un hueco a las mujeres en este mundo de hombres, y usted me sale con eso, excusándose en que "Era una broma". Menos Face y más book señora mía. Un poquito menos de broma, que su trabajo es muy serio, y un poquito más de dignidad.

Slow Life... al menos hasta que nos dejen.

P.D: Tal como alude la imagen que encabeza esta entrada, (por muy poco que me guste su autor), pensemos un poquito antes de hablar.