martes, 7 de junio de 2011

El arco íris de la vida



No es que yo sea muy mayor, y por ello no me considero una persona experimentada, aunque no hace falta tener años para haber experimentado según que situaciones.

He de decir que soy una persona a la que no le gusta juzgar a los demás, puesto no creo ser nadie para meterme en la vida de otros, cuando a veces, incluso la mía, se me escapa dándome sorpresas inesperadas.
No me gustan las palabras como prejuicio, cotilleo, crítica, chismorreo. Creo que son palabras que normalmente son usadas por personas que creen estar por encima de los demás, sin darse cuenta que si hurgáramos en sus propias vidas, ellos serían los primeros en ser carne de cañón.

Puede que a alguien le parezca contradictorio que no me guste la crítica, cuando en alguna entrada de este blog he opinado severamente en contra de algún programa de televisión, algún escritor, o presentador. Pero creo, que ha estas alturas, la mayoría de los que leen mi blog, deben saber diferenciar entre la crítica y la opinión. Pues la diferencia básica entre estas dos palabras, es que la crítica jamás es constructiva, (por mucho que se empeñen en decirlo). La verdad es que la crítica es tan constructiva, como la envidia sana. Simplemente no existe. Y no existe, porque en este mundo se mal interpretan las palabras, dándoles significados que en verdad no tienen.

No puede haber una crítica sana, puesto quien critica, echa por suelo el trabajo de los demás. Lo que si hay, es opiniones en contra o a favor de las cosas. Y las opiniones enfrentadas, si que son opiniones constructivas, pues que alguien discuta contigo al tener una opinión diferente a la tuya, puede hacerte pensar en el tema en cuestión, con la visión del que mira desde el otro lado.

Retomando el tema que lleva el título de hoy. Hablaba de las opiniones y de la gran paleta de colores que hay en esta vida.
Creo que desde bien pequeña, no he entendido jamás a aquellas personas que piensan en blanco y negro. La verdad es que pensaba, que la mayoría de ellos eran personas mayores que no se adaptan a los nuevos tiempos, pero cada vez me hago más cruces, de ver que hay juventud, gente que esta formando su pensamiento, que sigue sin querer abrir su mente a las nuevas y numerosas tonalidades que existen en este gran mundo que es nuestro planeta.

Dicen que hay personas que viven su vida limitándose a imitar lo que han hecho sus padres, los padres de sus padres y sus antepasados. Sé que hay personas en este mundo que creen que la vida es hacer lo que les han enseñado. Crecer, casarse, traer niños al mundo, trabajar doce horas al día, irse de vacaciones en verano, volver al curro en septiembre, tener la típica depresión postvacacional que se ha de tener, seguir trabajando, llegar a casa, pasar rato con la familia, si se tiene tiempo, disfrutar de algún hobbie que cada vez más vas relegando en el olvido, pues tus obligaciones no te permiten perder el tiempo en él, ver como crecen los hijos, darles una educación, llegar a viejo, seguir trabajando, enfermar, sanar, seguir trabajando, y ya, cuando no sirves a esta sociedad, (según los expertos), jubilarte y vivir de una mísera pensión que casi no te permite pagar la casa que aún estas pagando, para llegar a ella esperando que tus hijos se acuerden de ti y te llamen alguna vez por semana, (como mucho), pues ellos siguen tu camino y tienen demasiado trabajo para acordarse de ti.

¿Esto es la vida? En este simple y triste párrafo se convierte nuestra existencia. Yo creo que no.

El segundo libro que leí en mi vida, (y que supongo marcó en mi, un camino a elegir), fue "El Clan del Oso Cavernario", escrito por la maravillosa escritora Jean M. Auel, (Os aseguro que aunque la película sea buena, no le llega ni a la altura de los zapatos al libro).
En ella se cuenta la vida de una niña Cromagnon que después de un terremoto, es encontrada por un clan Neanderthal y la llevan con ellos para criarla. Por supuesto ella es diferente a todos los demás, a parte de tener un cerebro preparado para pensar por si misma y no para imitar lo aprendido de los antepasados, que era el modo como vivían los Neanderthales. Ellos no experimentaban, no tenían la necesidad, en cambio la niña Cromagnon estaba ávida de conocimientos y necesitaba experimentar, vivir, descubrir, probar, equivocarse y aprender.

No sé si fue este libro o la gran libertad que tuve durante mi infancia, que sigo siendo esa niña ávida de conocimientos, que se niega a vivir como la sociedad dicta, que se niega a pensar que la vida es una sucesión de experiencias ya experimentadas por nuestros antepasados. Yo quiero vivir, quiero sentir, quiero saber, quiero experimentar y por supuesto quiero equivocarme para poder aprender de mis errores. Estoy dispuesta a abrir mi mente, a dejar entrar toda la gran paleta de colores que hay en este mundo, a no mirar por encima del hombro a los demás, a respetar sus ideas, por muy en contra que vayan de las mías, a discernir entre crítica y opinión.

El arco iris es inmenso. No creáis que todo es blanco o negro, y por supuesto, no penséis que tan sólo existen colores como el rojo, amarillo, verde o azul. Y cómo para muestra un botón, dejad que os instruya en algunos colores, que en verdad, hasta que no los he buscado, no sabía ni que existían.  

Aguamarina, cian, cobalto, turquesa, alabastro, magnolia, nácar, ópalo, sepia, alazán, castor, óxido, terracota, ámbar, azafrán, papaya, canario, leonado, mostaza, paja, camuflaje, cardo, cerceta, malaquita, musgo, añil, índigo, púrpura, arsénico, pizarra, borgoña, coral, escarlata, fucsia, rubí, zafiro...

Puede que para algunos sean simples nombres de una misma cosa, pero para mí, (y para espero muchos), son todas las posibilidades abiertas en un mundo que, señores y señoras, lo miremos por donde lo miremos, nos queda grande.

Slow Life!!

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