Acumulamos, guardamos, reservamos, escondemos, atesoramos y almacenamos multitud de objetos que jamás volveremos a usar.
En todas los hogares, creo yo, del mundo, existe esta manía de guardar, por si... ¿Por si...qué?
No sé de donde debe venirnos al ser humano esta manía de atesorar objetos, sobretodo de nuestro pasado. Supongo que tenemos miedo de olvidar ciertas cosas que nos ocurrieron y en realidad las cosas son así, pues de no guardar, por ejemplo, aquel pañuelo que perteneció a uno de tus novios, ni siquiera te acordarías de él.
Nos gusta recordar el pasado aunque a veces, creo que todos tenemos algo de síndrome de Diógenes, aunque, como supongo que ya leísteis en una de mis entradas, aún no sé porqué llamaron así a este síndrome, si Diógenes fue un filósofo y pensador que sé dio cuenta que no necesitaba absolutamente nada para vivir, más que su propia mente. No entiendo porqué, la historia médica ha querido recordarlo como un ser paupérrimo, que acumulaba basura sin necesidad. La verdad es que jamás entenderé a los que ponen los nombres a las enfermedades o síndromes, creo que deberían informarse un poco más antes de dar nombre a las cosas.
Volviendo al tema de antes. ¿Quién no tiene en su armario una camisa, un pantalón, un jersey, una camiseta favorita que guarda aunque sabe que jamás volverá a ponérsela?
Conozco a gente que incluso tienen ropa de su juventud porque pretenden ponérsela cuando vuelvan a la talla que tenían en el instituto, sin pensar que la ropa está más que pasada de moda, que el cuerpo sufre cambios cuando creces y que jamás volverán a tener esa talla por mucho que se esfuercen. A veces creo que son un poco masoquistas y que les gusta tener esas prendas para mirarlas de vez en cuando y decir: mira que tipo tenía. Como si no fuera bastante verse en las fotos con un tejano apretado que le quedaba a la perfección, tejano que ahora ni siquiera entraría por una pierna.
Supongo que nos cuesta mucho enfrentarnos a los cambios que sufre nuestro cuerpo y que a pesar de considerarnos jóvenes, siempre nos gusta, alguna que otra vez, recordar nuestro pasado. Lo gamberros que éramos, las locuras que cometíamos, las camisetas que nos poníamos, (que nos parecían subversivas) y que ahora siguen siéndolo, pero no nos atrevemos a ponernos...
Atesoramos cartas de ex novios, poemas que alguien, del que no recuerdas ni su nombre, te dedicó, dibujos o postales que alguien te envió... ¿Por qué?
La verdad es que la mentalidad del ser humano es tan extraña que creo que nadie será jamás capaz de explicar todo lo que pasa por ella, por mucho que psicólogos y psiquiatras se esfuercen.
Recuerdo un familiar mío, que ahora ya no está en este mundo, que guardaba comida en su armario, claro que el tenía una causa justa, pues había pasado una guerra y una post-guerra y creía que en caso de otra catástrofe, así al menos, tendría algo con lo que subsistir.
Me pregunto en que momento la mente de la gente "enferma" que acumula cosas en su piso hace "click". Cuando sin darse cuenta empiezan a recoger objetos de la calle que creen bonitas, útiles o simplemente que necesitan tenerlas.
La verdad es que es un tema que me apasiona lo de las enfermedades mentales que hacen que en un momento dado de tu vida te conviertas en otra persona, aunque dudo mucho que ese tipo de trastornos de la personalidad, les convierta en lo que habitualmente llamamos locos. A lo mejor, simplemente, es que se han cansado de ser normales y que no encuentran apoyo en una sociedad cada vez más deshumanizada o que su cerebro se ha agotado de hacer todo aquello que está bien, sin pensar en lo que realmente quiere hacer.
Además, creo que todo el mundo tiene algo de locura. Si no, sería imposible vivir en esta sociedad que idolatra a personajes que pegan patadas a un balón o que salen por la tele escupiendo pestes de cualquiera que tengan al lado, y que calla la boca y no hace nada cuando sus derechos, aquellos que la constitución nos dice que debemos tener, como un trabajo y una vivienda dignos, son pisoteados por unos cuantos que cuando llegue su hora, tendrán sus bolsillos tan llenos de dinero que caerán con todo su peso a las profundidades de un abismo sin fondo.
Prefiero ser un loco sin dinero, que un rico forrado de pasta sin sentimientos.
Slow Life.
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