Las
fiestas ya han terminado y con su final, todo vuelve a la calma, y en mi caso
al silencio de una casa, que por estas fechas se llena de gente y de tiernas
voces que no paran de hablar, incluso antes del necesario café matinal, que es
el que me pone en marcha.
Ahora,
de nuevo en la soledad de mi despacho, las musas, una vez se aseguran de que
vuelvo a estar a solas conmigo misma, vuelven a pulular a mi alrededor para
inspirarme nuevas historias, que en un tiempo ya tendrán vida propia sobre
cientos de páginas, ahora en blanco.
Lamentablemente,
este año 2015 ha comenzado con la noticia del salvajismo de unos pocos
radicales fanáticos, que se han llevado por delante la vida de doce personas,
por el mero hecho de que no les gustaba lo que dibujaban.
De
veras que intento comprender, como un ser humano puede llegar a matar a otro,
solo porque haya ridiculizado la imagen de su dios, su profeta, o su religión. Intento
adentrarme en la mente de esos mal nacidos, y solo puedo decir que imagino que
deben ser seres débiles a los que algunos mal llamados, “guías de su fe”, les
sorben el poco cerebro que tienen, para inculcarles un dios que no existe, más
que en las perturbadas mentes de algunos pocos, que usan esa divinidad para
crear el caos, para llevar el miedo de un dios guerrero y malvado que desea
inculcar por la fuerza su severa ley.
Como
mujer de fe que me considero, numerosas han sido las veces que he visto la
imagen de mi Dios ridiculizada. Y si bien, puede que sí, que interiormente me
fastidien esos actos, jamás se me ocurriría callar la boca o intentar amordazar
la libertad de expresión de aquellos que satirizan y que usan la polémica para
vender más, porque yo, como mujer libre, tengo el poder de decidir si eso me
afecta o no, siendo la solución, pasar la página, no comprar esa publicación, o
incluso, leer aquello que puede que me ofenda, para ver la poca imaginación que
tienen algunos, que necesitan de la polémica para darse a conocer al mundo.
En septiembre
del 2012, escribía un blog sobre la publicación de las primeras viñetas, que ya
tuvieron su contestación a manos de algunos radicales. En él comentaba que los
artistas tenemos un deber con el público, y de alguna manera, venía a decir que
tan en contra estaba con aquel radical que intenta imponer su fe por la fuerza,
como el que se mofa y hace escarnio de algo en lo que millones de personas
creen. Ahora ante estos hechos deleznables que han acabado con vidas humanas,
no puedo contradecirme, porque faltaría a mi propia integridad, pero está claro
que, cuando alguien se cree con el derecho de imponer su fe por la fuerza,
acabando con lo más sagrado que nos ha dado Dios, que es la vida, pierde todo
derecho de defensa, y por mi parte, de perdón, aunque en verdad creo que son
solo marionetas de alguien a quien le va muy bien esa cultura del miedo, esa
imposición de la violencia que tanto nos aterra a los ciudadanos de a pie.
Para
ser sincera. Yo no soy Charlie. No puedo serlo. Pero siendo una de las que
defienden a capa y espada la libertad de expresión, y la libertad humana de
intentar llevar nuestras ideas a los demás, de la forma que mejor creemos que
pueden llegar, no acepto y no perdono el radicalismo, el fanatismo y la cultura
del miedo que algunos quieren imponernos. Y si bien no puedo firmar el titular
“Todos somos Charlie”, si firmo otro que dice “La libertad asesinada”.
La
violencia no es la solución. La violencia es un acto abominable que lo único
que crea es más fanatismo y radicalización.
No
podemos permitir que el miedo gane la partida. No podemos permitir que la
libertad sea asesinada. Llamarme ilusa, pero tengo la esperanza de que el ser
humano cada vez le tenga menos miedo al miedo.
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