viernes, 21 de octubre de 2011

Poder y querer cambiar el mundo


Dicen que el ser humano jamás termina de aprender. Esa es una de nuestras mejores cualidades, y resulta que el otro día aprendí a leer. No es que no supiera. Os cuento:

Normalmente tengo mis pequeños rituales para hacerlo como es debido. Me gusta mucho leer, aunque nunca tengo horas suficientes, pues me enfrasco en mi escritura y me olvido del tiempo, pero una de las cosas que más odio es a la gente que lee sin ganas. A mí me fastidia muchísimo cuando alguien me dice: Me he leído en diagonal eso que me has enviado, anda, hazme un resumen.
A ver. Si yo me he tomado mi tiempo para escribir algo que va dirigido a ti, al menos, ¡Zoquete!, toma tú tu tiempo para leerlo como es debido. ¿No? Pero bueno, eso ya es otro tema.

Os hablaba de que normalmente tengo mis rituales para leer novelas. Silencio en la sala, buena iluminación, un almohadón en el sofá, y un buen libro que empezar. A veces, según el día lo acompaño de una copita de vino blanco, pero no siempre. Ese es mi ritual para introducirme en el mundo de un nuevo escritor.

La cosa cambia cuando me encuentro en proceso de estudio para mis novelas. Supongo que a estas alturas, no he de decir que escribir una novela no es fácil, ¿verdad? Al menos, escribir una novela de las que yo escribo, que aunque ficticias, están basadas en un tiempo pasado, que he de recuperar para poder entender la mente de mis protagonistas y su modo de vida. Bueno, pues en eso que estaba yo documentándome de cómo viven las monjas de hoy día, (siento no poderos decir porqué), que encontré una oración que siendo como me considero cristiana, no daba crédito a lo que leía, pensando que quienes eran ellas para pedir explicaciones a Dios del porqué ocurrían todas las desgracias mundiales que están ocurriendo, cuando la mayoría de esas barbaridades las provoca el hombre.

En aquellas palabras, se hablaba de un dios castigador y lleno de ira, cuando a mi me enseñaron que Dios era amor y que el dios vengador de la religión judía, ya no existía. Y luego me sorprendió que se le exigiera que hiciera algo para acabar con los malvados.
Bien. Lo que hice fue copiar esa oración, imprimirla y volverla a leer. ¡Anda! ¡Qué curioso! Y la volví a leer, y la releí y resulta que no era tan mala como parecía, y llegué a una terrorífica conclusión. Una oración del siglo XV a.C, y yo que no soy muy buena en matemáticas, creo que de eso hace algo más de 3.600 años de nuestra época, podría ser perfectamente, la petición de uno de los indignados del 15M, o al menos de uno de esos, entre los que humildemente creo encontrarme, que quieren cambiar el mundo sin perder sus raíces y su fe.

También descubrí que el dios de la Ira que presentaban, era porque pertenecía al antiguo testamento, y en esos momentos, aun no conocían al Dios de amor que nos mostró Jesús. Pero... para que lo comprendáis, dejad que os transcriba un trozo de ese salmo:

“Señor. ¿Hasta cuándo triunfarán los malvados? ¿Hasta cuándo hablaran con arrogancia y se jactaran los malhechores? Ellos pisotean a tu pueblo, oprimen tu herencia, matan a la viuda y al extranjero. El que hizo el oído. ¿Dejará de escuchar? El que formó los ojos ¿Dejará de ver? No. Porque el Señor no abandona a su pueblo, ni deja abandonada su herencia. La justicia volverá a los tribunales y los puros de corazón la seguirán. ¿Quién se pondrá a MI favor contra los impíos? ¿Quién estará a MI lado ante los malhechores? ¿Podrá aliarse contigo un tribunal inocuo que comete injusticias en nombre de la ley? Ellos atentan contra la vida de los justos y condenan a muerte al inocente”.

El salmo, acaba diciendo que al final Dios con su ira les destruirá, pero eso ya es cuestión de fe y allí no pienso meterme. Si deseáis leerlo al completo, para poder haceros vuestra propia lectura, podéis verlo en esta dirección:
http://www.vicariadepastoral.org.mx/sagrada_escritura/biblia/antiguo_testamento/39_3_salmos_01.htm#sal94

Leyendo esas palabras, que os recuerdo fueron escritas hace 3600 años, me doy cuenta que el mundo no ha cambiado. Los poderosos siguen oprimiendo al pueblo y el pueblo sigue pidiéndole a Dios que le salve de esas garras.

¿Y si ese fuera el problema real? ¿Y si el mundo no hubiera cambiado, porque seguimos pidiéndole a un Dios, que en teoría nos ofreció el libre albedrío como un don, que nos saque las castañas del fuego? Puede que ese sea el secreto. Que somos nosotros, el ser humano quienes debemos cambiar el mundo que nos rodea, no Dios. Puede que él nos esté dando un momento propicio para cambiarlo. En nuestras manos está el que lo hagamos o no.

Mientras los políticos se vanaglorian de haber acabado con el reino de terror de E.T.A, cuando creo firmemente que ellos no han hecho nada para terminar con esta situación, si no que más bien, lo han conseguido los mediadores extranjeros que han hablado con ellos. Mientras el barbitas ya se relame de lo que va a hacer cuando llegue al poder el próximo 20 de noviembre, mientras nos venden a los manifestantes como sacrílegos sin fe y sin corazón que solo quieren destrozar todo aquello que les rodea, esta pobre escritora, se pregunta hasta cuando deberemos esperar para que el mundo cambie.


Puede que necesitemos 3600 años más, y puede que dentro de ese tiempo, si la tierra aun está en su lugar y si no se ha ido a la mierda, puede que una joven escritora, lea esta palabras o lea el salmo que por aquella época tendrá 7200 años, y se dé cuenta que el mundo y el ser humano jamás cambiará.

Y si bien es difícil cambiar el mundo entero, al menos yo, tengo la intención de cambiar lo que me rodea.

Slow Life y buen fin de semana.

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