miércoles, 25 de mayo de 2011

Cosas que valen la pena de este mundo

Es curioso que cuando más crítica soy con el mundo que me rodea, más cosas buenas le encuentro.

Por ello, y como estoy un poquito harta de hablar sobre cosas que no están en mi mano arreglar, pues es una misión conjunta, y la verdad, es que veo a muy poca gente por la labor, he decidido hablar sobre otros asuntos más satisfactorios a la hora de leerlos.

Hoy en mi blog. COSAS QUE VALEN LA PENA DE ESTE MUNDO. Y así pues, vamos a empezar:

El sol de verano, que te calienta llenándote de energía.
La brisa marina, que te recuerda que pronto tendrás vacaciones.
El mar, que puede embarcarte en pensamientos que tú y sólo tú puedes llegar a comprender.
Las gotas de rocío, que hace que pienses que el mundo es mucho mas de lo que te han contado.
El olor a campo después de una tormenta, que te conecta con tu lado más salvaje.
Una cerveza fría que te transporta a un mundo mejor, mientras la acompañas con las risas de tus amigos.
Una copa de vino blanco, junto a un hombre que te hace vibrar.
La alegría cuando tu perro te ve, aunque solo hayas estado fuera cinco minutos.
Nuestra imaginación, que nos permite soñar y como los sueños, sueños son, no tienen precio.
Hacer el amor ¿Quien lo puede poner en duda? Relaja, desestresa y te une a la persona que amas.
Reírte a carcajadas, hasta que te duele el estomago.
Ver como saltan las ballenas en la Patagonia Argentina.
Viajar a tierras desconocidas.
Un bonito amanecer tras una noche de fiesta.
Experimentar nuevas culturas, nuevas lenguas.
Volar.
Correr hasta que tu corazón te diga basta.
Meterte en el mar como si fueras un niño de siete años, sin pensar en que pensará la gente que te ve.
Cantar hasta que te quedes sin aire.
Reírte con Tom y Jerry recordando tu infancia.
Admirar las formas del "Nacimiento de Venus" de Alexander Cabanel.
Bailar hasta el amanecer como si nadie te estuviera mirando.
Bajar por un río bravo, sabiendo que nada malo te va a pasar.
Disfrutar de un helado.
La inocencia de los niños, (que sí, que alguno queda).
Recibir flores sin motivo.
Trabajar en lo que te gusta, aunque eso no te saque de pobre.
Sonreír a un guapo desconocido y que este te devuelva la sonrisa.
Ver correr a los caballos salvajes.
Gritar hasta que te quedes afónica, (ideal hacerlo mientras te lanzas por una montaña rusa).
Mirar a los hombres como ellos lo hacen con nosotras, (Probadlo, te sube "un huevo" la moral).
Hablar dulcemente y decir palabras tiernas.
Llorar con una historia de amor, sabiendo que nadie te tachará de sentimental.
Comer sin tener que preocuparte por los kilos de mas.

Perderte en la mirada de la protagonista de "The Beloved" de Dante Gabriel Rosetti.

Escuchar música según tu estado de ánimo.
Despeinarte haciendo lo que más te gusta.
Disfrutar de una noche de chicas.
Enseñar a alguien cosas que no sabe.
Ver amanecer junto a alguien al que amas.
Darte cuenta que no eres perfecta y que además te importa "un bledo".
Embarcarte en historias imposibles mientras lees un libro apasionante.
Ver una buena película acompañada por un cubo gigante de palomitas.
Disfrutar de una tormenta en la seguridad de tu casa.
Surcar los mares en un velero mientras te crees Anne Bonny.

Sentir, amar, soñar, experimentar, oler, tocar, ver, respirar, vibrar, reír, llorar, en definitiva, vivir y sentirte viva.

¿Es que acaso no deberíamos poder vivir de esta manera, al menos de vez en cuando?
¿No nos lo merecemos?

Yo creo que sí, que a veces nos preocupamos demasiado por nimiedades cuando vivir es mucho más fácil de lo que nos han contado.

¡¡Todos somos libres por naturaleza, no dejemos que nos convenzan de lo contrario!!

Nadie tiene que hacer aquello que no quiere, o al menos, no durante el resto de su vida. Tomaros un descanso de vosotros mismos y aprovechar el tiempo, que este no dura siempre.

Para terminar, dejad que acabe la entrada de hoy, con una frase que un día me llegó a través de Internet:

"La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar con un atractivo cuerpo, si no, más bien, deberíamos deslizarnos por ella, con un trozo de chocolate en la mano, una copa de vino en la otra, con el pelo alborotado y gritando:

¡¡JODER, VAYA PASEO!!

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