Mientras
escribía la segunda novela, que espero que pronto podáis disfrutar, llegaban a
mí, inputs de lo que iba ocurriendo en el mundo.
La
crisis española. Los millones de parados que no dejaban de crecer. Las muertes
por malos tratos. Los virus descontrolados por una mala gestión de la
situación. Los múltiples escándalos políticos, y demás instituciones, hasta
ahora casi sagradas. Y los ladrones y estafadores, que tanto mal han hecho, y
que algunos quieren perdonar, pero, a la que la mayoría, no perdonamos.
Al
estar inmersa cada día en el mundo de Costanza Contanti, la vida que iba pasando
a mí alrededor, ocurría como si alguien me estuviera contando una historia de
miedo. Y si bien eso, no significa que no me haya importado y que no me
importen todos esos sucesos, me encontraba tan enfrascada escribiendo la
novela, que toda esa porquería, pululó a mi lado casi sin afectarme, aunque,
tras terminar el libro, me di cuenta, de la cruda realidad que rodeaba a la
sociedad.
Ahora
que acaba el año, todo sigue igual o peor. Hay crisis energética, y el gobierno
hace todo lo posible, para que sus amigos, los capitostes, sigan
enriqueciéndose aún más. El paro sigue siendo la lacra de nuestra sociedad,
aunque intentan taparlo con cifras falseadas, o algo maquilladas. Los ricos son
más ricos y los pobres cada vez más pobres. Siguen surgiendo pruebas en contra
de aquellos que deberían ser un dechado de virtud, pero que en cambio lo único
que saben hacer, es salir delante de las cámaras para justificar unos gastos injustificables.
Los corruptos salen de la prisión. Las semidiosas, de bien seguro, se librarán
de la justicia, y el payaso Nicolás, llena portadas de periódicos “serios”, y
de programas no tan “serios”, mientras sus bolsillos están repletos de más y
más parné.
Cómo
escritora que soy, tengo un terrible mal: Jamás dejo de pensar.
Por
ello necesitaba escribir esta entrada, para acabar el año sin malos rollos, y
sobre todo para alzar mi voz a través de mis letras, y decirles a todos
aquellos que intentan fastidiarnos la vida, aquellos que no saben gobernar,
aquellos que mejor estarían en un pasado, al que la mayoría de nosotros no
queremos volver, que no voy a permitir que sus nefastas acciones, que sus
palabras necias, que su horrible modo de llevarnos, me fastidien la vida, y
sobre todo, estas fechas, que para mí son tan entrañables.
Señores
del gobierno. Bonitas caras de la oposición, que solo sois eso, una bonita
cara. Nuevos salvadores del mundo, con o sin coleta. Gobernantes de cara
cuadrada y todos aquellos que desean un mundo mejor, aunque sin tener que
mojarse demasiado. Virus varios que pululáis por mi país. Hombres que seguís en
la etapa Neanderthal, (esto va por varios, pero sobre todo por Recep Tayyip Erdogan y sus “bonitas”
declaraciones en cuanto a la igualdad masculina y femenina). Mujeres
que mejor debierais haberos quedado viviendo en un mundo pasado, en vez de
intentar llevarnos a todas aquellas que hemos decidido seguir evolucionando, a
ese mundo que tanto os gusta.
Todos
vosotros no vais a conseguir que deje de sonreír, que deje de amar a los demás,
que deje de subirme a unos tacones, (esto va por un estudio que dice que en
época de crisis, las mujeres los dejamos en casa, en pro de un calzado más
cómodo).
No
me quitaréis la navidad. Porque somos dueños de nuestras vidas, y vosotros solo
sois un mal necesario, para que la verdadera democracia, (que por supuesto, no
es esto que estamos viviendo), funcione, como algún día, algunos imaginaron.
Puede
que el tiempo me tape la boca, o puede que seáis vosotros los que os quedéis
con la misma abierta, cuando, (espero por el bien de la sociedad), os deis tal
batacazo, que este mundo cambie a mejor, porque a peor, no puede ir, a no ser
que algún iluminado surja de la nada, y se erija en salvador del mundo por la
fuerza, cosa que ni deseo, ni espero.
En
mi tierra, a esto que he hecho, se le llama “buidar el pap”, en castellano
sería algo parecido a desfogarse, y si bien sé, que no debería haberlo escrito
tan cerquita de Navidad, os prometo que mañana, volveré a escribir, porque no
deseo dejaros un mal regusto para que mi alma se quede tranquila.
Ahora
sí. Ahora que he vaciado mi mente de todos los trastos que la habían amueblado,
es hora de seguir disfrutando de estas fiestas. De la tradicional Fira de Santa
Lluçia. De las comidas familiares que se alargan hasta bien entrada la noche.
De los cálidos y a la par horrendos jerséis navideños. Y... ¿por qué no? De la
tradicional “misa del gall”, de la que normalmente sales con un poquito más de
espíritu navideño. De las conversaciones mezcladas. De la comida de la mama. Del
calor del hogar, y de los largos paseos por las calles iluminadas de Barcelona,
junto a mi pareja, bien parapetados del frío con sendos abrigos, mientras
nuestras manos se enlazan enfundados en unos cálidos guantes, mientras noto que
aún le amo, no como el primer día, sino incluso más allá, con un amor
inexplicable que aunque llena cada uno de nuestros días, en esta época parece
un poquito más latente.
Y es
que, qué le voy a hacer. No tengo remedio, pero a mí la Navidad, me enternece
el corazón y hace que mis sentimientos estén a flor de piel.
Es
tiempo de amor y... como diría Costanza: El amor todo lo puede.
¡Dadle
una oportunidad! No dejéis que unos mal nacidos, (que bien estoy segura no
pueden ni siquiera mirarse al espejo sin vomitar), os quiten la ilusión de estos
días y os hagan olvidar lo que en verdad importa.
Slow
Life, siempre!!
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