Los
que ya sois asiduos a este blog, sabéis que no soy yo de hacer las cosas cuando
tocan, sino más bien, cuando me apetece. Lo
digo porque, a pesar de que el “magnífico” día internacional de la mujer es el
día 8 de marzo, yo voy a escribir este blog, hoy día 6, porque sí. Porque me
apetece, y porque como Loles León dijo en una charla, porque la primera
desigualdad entre hombres y mujeres, es que las mujeres tengamos que tener un
día para celebrar todo lo que hemos logrado.
Bien. Ante todo y como veréis, estoy de acuerdo en que NO deberíamos tener un día
especial, porque cada día que pasamos en este mundo, desgraciadamente y aún, tenemos
que enfrentarnos a esa desigualdad latente, ya sea en sueldos desiguales, en
vetos a según qué puestos de trabajo, o incluso a la prohibición de controlar
nuestro propio cuerpo.
Dejad
que os cuente que durante mi infancia, y los que ya me conocéis un poco, sabéis
que me educaron en una familia cristiana y típica de los años 50, aunque yo nací
por allí el 70 y pico, mi madre, me dijo algo que jamás voy a olvidar:
- Tu cuerpo es tuyo y con él haces lo que tú
quieras.
Claro
que ella me lo decía para que no me dejara manosear por los chicos, pero esa
frase, con los años, ha tenido una vital relevancia en mi vida.
Yo y
solo yo, señores míos, decido que se cuece en mi cuerpo. Yo decido si tengo
hijos y cuando los tengo. Mi cuerpo es mío y nadie, ni un esposo, ni un padre, ni
un hermano, ni un sacerdote, ni por supuesto un gobernante, puede decidir qué
hago yo con mi cuerpo y con lo que llevo o no dentro. Es mi decisión libre,
porque soy un ser humano libre, con una capacidad de pensamiento muy superior a
la de algunos hombres.
A
mí, que me gusta tanto la historia y aprender de nuestro pasado, me da la
sensación de que a medida de que los retrógrados llegan al poder, intentan
parar la evolución, para retroceder a lo que supongo ellos creen
tiempos mejores.
El
otro día vi un documental en el que, para mi sorpresa, y con lo poco que sé yo
de la historia moderna de Egipto, salía un tal presidente Nasser, que subió al
poder en 1953, mientras contaba una dialéctica que tuvo con el Consejero
General de los Hermanos Musulmanes. En ella, este le pedía que lo primero que
debía hacer era, “imponer el porte del
velo a todas las mujeres que salgan a la calle”, a lo que él contestaba, “ Eso sería volver a la época de cuando la
religión gobernaba. ¿Cómo quiere que obligue a diez millones de mujeres a
ponerse el velo?”
Lamentablemente,
sesenta años después, esos diez millones de mujeres que no portaban el velo, se
han convertido en más de 60 millones, de las cuales la mayoría, sí lo lleva.
Y yo
me pregunto en mi ignorancia: ¿Qué puñetas ocurrió? Simplemente no entiendo,
que en vez de evolucionar hasta la plena libertad, en algunas ocasiones, lo que
ocurre es que involucionamos, y en el camino hacia el pasado y la tradición,
perdemos lo más esencial, nuestra libertad.
A
día de hoy, aún en muchos lugares del mundo, la mujer es sometida al poder del
hombre, ya sea un gobierno, un esposo, un padre, o un hermano, o incluso a veces
y desgraciadamente por una madre o una abuela ancladas en la tradición.
¡Qué
pena de hombres aquellos que nunca llegarán a comprender que ante todo somos
iguales en derechos!
Solo
en derechos, porque las mujeres tenemos nuestra idiosincrasia, y bendita sea
esta, porque como decían en los antiguos anuncios de compresas: ¡Soy feliz de
ser mujer!
Bueno,
como creo que no deberíamos celebrar este día como algo especial, ya que cada
día es especial si nosotros lo deseamos, no voy a felicitar a ninguna mujer
por serlo, solo os diré que la lucha continua. Y sí, puede que a alguno/a esto
de la lucha le parezca demasiado reivindicativo, pero, que le vamos a hacer si provengo
de una estirpe de mujeres luchadoras. Algunas lucharon sin hacerse ver. Otras
ni siquiera pensaron que estaban luchando, porque hicieron aquello que
simplemente deseaban, sin preguntar si era o no lo correcto. Otras incluso
sometieron a su poder, (que era mucho), a sus propios esposos, aunque sin que
jamás se llegara a notar. Y otras como yo, seguimos luchando cada día contra
las desigualdades, aunque solo sea con nuestras novelas y escritos, hasta que los
hombres que aún no lo piensan, se den cuenta de que la vida es mucho más fácil
compartida a medias con una mujer, porque si unimos nuestras fuerzas podemos
comernos el mundo.
Recordar: ¡Ni
sumisas! ¡Ni resignadas! ¡Ni invisibles! Ante todo, ¡libres!
P.D: Para aquellos que no relacionen el blog de hoy con la imagen que lo acompaña, solo deciros que el cuadro se llama "La lectura" y es del pintor "Pierre-Antoine Baudouin!
Fijaros en el grito de libertad de este cuadro. Una mujer sola, en su cámara, con el libro que se ha deslizado y su mano bajo sus vestidos, extasiada por la lectura que acaba de leer y que la ha transportado a un placentero mundo donde no necesita a ningún hombre. Os aseguro que para la sociedad de 1760, esto era un verdadero grito de libertad.
Slow Life!!
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