Cuando
mi compañero me habló del libro del que hoy, a pesar de querer hablar de él, no
voy a nombrar, porque, como mujer, escritora y feminista, me duele tan solo
decir su título, no le creí.
Normalmente,
soy de aquellas que cuando ven una noticia en Internet, antes de creerla, busco
y rebusco en otras fuentes, algunas más fidedignas que otras, para ver si lo
que estoy leyendo es verdad, y no tan solo un “fake”.
Desgraciadamente,
este libro existe.
Desgraciadamente,
este libro lo ha escrito una mujer.
Desgraciadamente,
este libro, no solo tiene el beneplácito de la iglesia, sino que además fue nº1
en ventas cuando se publicó en Italia en el 2011. Esto es lo más preocupante de
todo.
Hoy
es 11 de Noviembre del año 2013, y hoy, me avergüenzo de que personas como esta
escritora, e instituciones como el arzobispado de Granada, puedan usar los
dones que Dios les ha dado para hacer de este mundo, un mundo peor.
Me
considero cristiana, aunque no practicante, (y eso que lo he intentado, sobre todo
por mi madre). Siempre dije que jamás escribiría en este blog sobre religión,
por ese mismo respeto que le tengo a mi progenitora. Pero a veces, es
necesario, romper nuestras propias normas, para dar un toque de alerta con las
cosas que están ocurriendo en el mundo.
Llevo años casada y feliz, pero los que siguen este blog, sabréis que
pocas veces hablo yo de un esposo o un marido, sino más bien de un compañero,
ya que para mí, eso es lo que es, la persona que siempre está a mi lado. Ni
encima ni debajo, a mi lado. Ni sobre ni sub, a mi lado. Igual que yo. ¿Tan
difícil es de entender ese concepto?
Los
que aún andéis perdidos por la entrada de este blog y no sepáis de lo que estoy
hablando, tan solo os diré que gracias al arzobispado de Granada ha llegado a
España un libro que intenta enseñar a la mujer a ser feliz, aceptando su rol en
la vida, el de la sumisión al hombre. Lo que más gracia me hace, es que está
basado en una frase de mi ”santo” preferido, (por supuesto, es ironía).
Con
los años he intentado comprender mi animadversión por Pablo, lo siento, pero
para mí no es ningún santo, ya que sus palabras, fueron una de las causas por
las que yo dejé de ir a la Iglesia. Es curioso que ahora, una vez he podido
encajar todas las piezas, he visto la verdad sobre él. Un hombre que sentía un
odio enorme por los cristianos, que los perseguía y los mataba, no puede de la
noche a la mañana, por mucha revelación Divina que tenga, dejar de odiar. Creo
que Pablo tenía el corazón tan lleno de odio, que al caer del caballo, dejó de
odiar a unos para centrar su odio en otros, en las mujeres.
Et
voilà! Ya tenemos a uno de los primeros misóginos.
Cuando
el actual Santo Padre, llegó, creí pensar que el cambio era posible. Tontamente
me imaginé una iglesia abierta, llena de lo único que vale la pena en este
mundo, el amor. Centrada en guiar y no en prohibir.
Hoy
creo que me equivoqué. Estaba tan ansiosa de un cambio de rumbo que creía
tontamente que la iglesia iba a cambiar. ¡Qué ingenua fui! Supongo que en mi
interior necesitaba ese cambio, porque, a pesar de haber tomado mi propio rumbo
en la vida, dentro de mí, siguen gritando las enseñanzas infantiles con las que
mis padres me criaron, y pensé que ese cambio podría unificar de alguna manera,
lo que me enseñaron, con lo que pienso.
Pero
no. Nada va a cambiar. A pesar de las buenas intenciones que tenga, no le van a
dejar cambiar las cosas, ya que algunos, siguen pensando que casarse es pertenecer al hombre. Así no puede funcionar. Qué triste saber que ellos quieren que la mujer esté por
debajo del hombre, no junto a él.
Voy
a ser sincera. Hoy me duele el alma. Mucho. Pensé que el cambio era posible,
pero hoy estoy completamente decepcionada, ya que veo que a pesar de que se
intenten mejorar las cosas, siempre habrá una rama retrógrada, machista, arcaica,
y altamente peligrosa que lo único que quiere, es enseñarle a la mujer cual es
su lugar. Desde
aquí les digo a todos aquellos que quieren volver al pasado, (y por favor,
permitidme ser por una vez, soez):
¡Iros
a tomar por el... ¡No! Ni siquiera ellos son dignos de mi indignación.
Pero
un mensaje sí que les voy a dar: ¿Queréis volver hacia atrás poniendo de nuevo a
la mujer por debajo del hombre? ¡Estáis equivocados y me dais vergüenza!
Cuando
mi compañero me dio la noticia, es curioso que a parte de la propia noticia que
le indignó y le avergonzó tanto o más que a mí, lo que más mal le supo, es que
la escritora se llamara Costanza, como la protagonista de mi novela. Lo
siento muchacha, pero, y esto es para todos aquellos que ya habéis leído “La
Máscara Veneciana”:
- Tú no deberías llamarte Costanza, sino
más bien, Giulietta. Qué triste saber que en pleno siglo XXI siguen existiendo
demasiadas Giulias Marconato DE Contanti.
Bueno,
indignada y todo, os deseo que viváis la vida en libertad, que intentéis no
creer a aquellos malos pastores que intentan dar marcha atrás a nuestras libertades,
y sobre todo, Slow Life!!
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