Durante mi vuelta en tren a
Barcelona, escuché a un desconocido decir a su compañero de viaje que el ser
humano se estaba volviendo completamente loco, frase con la que no podía estar
más de acuerdo, como siempre me ocurre cuando la televisión nos hace eco de
sucesos horribles como la última matanza en USA.
Digo la última, porque lo es,
pero también porque parece ser que vamos a tener que acostumbrarnos a ver noticias
así en los telediarios, así como tuvimos que acostumbrarnos a ver guerras, o
los cuerpos inertes de las víctimas de atentados y accidentes.
Si cada vez más pienso que los
buenos periodistas tienen sus días contados, como otras tantas profesiones que
están quedando solapadas por la negligencia de aquel que no se siente bien pagado,
también pienso que hoy en día las noticias de las cadenas de televisión, son
más películas de terror o de acción que verdaderas noticias, de aquellas que te
informaban del qué, del cómo, del porqué y del cuándo, sin necesidad de
compartir con todos imágenes que al menos a mí, me alteran el sueño.
Parece que a algún tarado mental
se le ha metido en la sesera que el dolor, el sufrimiento, la sangre o la
muerte vende, cuando por ejemplo en mi caso lo que me hace es cambiar de canal.
No porque no sea consciente de las tragedias que rodean el mundo, o porque sea egoísta
y no me importe lo que sucede a mí alrededor, sino porque quiero decidir de qué
modo soy informada, y qué imágenes deseo o no ver.
A veces creo que ver las cosas
reales que ocurren en el mundo como si fueran películas, obliga a nuestro
cerebro a correr un tupido velo, y a nuestro corazón a protegerse con una
coraza de hielo. Yo no podría vivir de ese modo y sigo entristeciéndome cuando
veo lo que es capaz de hacer el ser humano con la vida, en nombre de unas
creencias, de una tendencia política, o en nombre de la «normalidad».
Desconozco si son solo unos locos
con acceso a las armas, o seres irracionales que no saben lo que hacen. Lo que
sí creo, es que esas muertes son evitables y que, por alguna extraña razón, a
alguien le va muy bien que no se eviten.
Tengo un amigo que cree
firmemente que el ser humano está condenado a la auto extinción. Claro que
también es una persona que no cree en la bondad humana. Siempre chocamos cuando
debatimos sobre este tema, porque, a pesar de todas las desgracias que ocurren
en el mundo, yo sigo pensando que el ser humano es bueno por naturaleza y que
si logramos liberarnos del yugo de religiones mal entendidas o políticas retrógradas
que creen que el hombre blanco y heterosexual está por encima de cualquier
mujer, raza, o cualquier elección sexual, podremos tener el mundo que algunos
deseamos y anhelamos. Aquel que intentamos que sea mejor con nuestro pobre y
pequeño grano de arena.
No quiero pertenecer a una raza
que tan poco valor le da a la vida humana. Que usa a sus congéneres como armas
políticas o religiosas, o para demostrar lo que es o no «normal». De veras, yo
que amo las palabras, cada vez le tengo más asco a esta que nos obliga a ser
todos iguales, de un mismo color, con un mismo pensamiento y autómatas
esclavizados de una sociedad que no sé a dónde irá a parar, si aquellos que
apostamos por un mundo lleno de colores diferentes, de libertad sexual y
religiosa, de paz y armonía, no levantamos nuestras voces y paramos esta
vorágine que acabará por destruirnos.
Sé que dije que solo escribiría
sobre cosas positivas en esta nueva etapa del blog, pero es que así es bastante
imposible.
Igualmente, ya sabéis lo que
siempre digo. Slow Life, siempre.