martes, 28 de febrero de 2012

La reforma laboral española, la nueva esclavitud del siglo XXI


Siempre me ha gustado la pintura de Rubens. En relación al Saturno que podéis ver en esta entrada, pintado en 1636, representa al dios en plena vorágine comiéndose a uno de sus hijos, creo que cuando leáis el blog de hoy, comprenderéis porqué decidí que fuera esta y no otra la imagen que lo representara.

Siendo una persona con educación católica, una de las cosas que más quebraderos de cabeza me ha traído, es entender el libre albedrío. Cuando era pequeña, me decían que yo podía hacer cualquier cosa, incluso las malas, pero que recordara que alguien en el cielo veía todo lo que yo hacía, y que existía un angelito de la guarda que escribía en una libretita todas mis malas acciones. Cuando crecí, el angelito desapareció pero, yo no sé, si influenciada por la educación, o porque realmente tenía y tengo un buen fondo, seguí haciendo las cosas bien.

He trabajado mucho en mi vida. En verdad, he trabajado, aunque esporádicamente, desde los dieciséis, aunque jamás lo he necesitado, porque por suerte, tuve unos padres que podían permitirse que su hija estudiase, en vez de tener que trabajar para ayudar en casa.
A pesar de haber trabajado mucho, como jamás lo he necesitado, nunca me preocupé de mis derechos laborales, ni de que el sueldo fuera digno, incluso, ni siquiera me importó trabajar en lugares que distaban mucho de los estudios que había realizado, siempre y cuando, a final de mes, tuviera el dinero, que por aquel entonces, yo creía más que justo por el buen trabajo que hacía.
Pero la vida de cuento de hadas terminó. El trabajo se hizo importante. No por sentirme realizada, si no, porque cuando decides salir del nido familiar para formar tu propio nido, es indispensable poder aportar tu parte para sentirte útil y libre de alguna manera.

He conocido mucha gente buena en mi vida, y por supuesto, aunque al principio, me costó y mucho, reconocerlo, si miro atrás, he conocido mucha gente mala en mi vida. Podéis llamarme ilusa, podéis decir que vivo en Utopía, o que soy demasiado soñadora, pero durante muchos, pero muchos años, siempre creí que la gente que me rodeaba, era buena por naturaleza.
Pero hace mucho ya que descubrí que esto no era así, y para mi vergüenza, descubrí que el libre albedrío que Dios nos daba para que demostráramos lo buenos que podíamos ser sin estar supeditados a unas leyes divinas, hacía que muchos se pasaran por el forro, la bondad, la lealtad e incluso la legalidad, siempre y cuando esto hiciera que los beneficios de su empresa aumentaran más, más y más.

Cuando el trabajo se convirtió en una parte importante de mi vida, descubrí las leyes que protegían al trabajador. Pero con los años, recordé una frase que en alguna de las múltiples reuniones que mis padres hacían en su piso, con sus amigos, había oído de alguno de los abogados que a ellas asistían, que era: “Hecha la ley, hecha la trampa” y “Cuanto más dinero tengas, mejor justicia obtendrás”.

Desde que el PP ganó el año pasado las elecciones, que los aplausos y vítores de la patronal se venían oyendo.
Por ello, cuando he visto la reforma laboral “maravillosa” que ha decretado el gobierno y su presidente en representación, lo primero que he pensado ha sido que ya era hora que el lobo mostrara sus orejas, y lo segundo, que he de pensar algo para volver a ser empresaria, aunque la ultima vez, hacienda, los impuestos, y por supuesto mi propia inexperiencia, acabaron con ese sueño. Sueño en el que trabajé mucho y muy duro, en el que puse todos mis conocimientos de mis estudios en práctica, sonriendo a gente que me importaba un carajo, tan solo por el mero hecho de que el cliente siempre tiene razón, o porque ese déspota malcarado que tenía delante podía ser un importante proveedor con el que tenía que llevarme bien.
Tragué mucha bilis, y por ello comprendo el lugar de los empresarios. Entiendo que a veces estos se sientan con las manos atadas cuando un trabajador les ha engañado y no pueden despedirle sin darle una suculosa indemnización. Comprendo que cuando hay crisis, el gobierno ha de darles una ayuda para poder costear la bajada de ingresos, y comprendo que existe mucho “trabajador caradura” que se beneficia de esos derechos laborales sin habérselo ganado. Pero, lo que no comprendo es la total libertad que les han dado con esta reforma laboral, pues les han ofrecido el libre albedrío sin control alguno para poder despedir de la manera que ellos deseen a unos trabajadores que, (puede), que hayan dado mucho por la empresa.
El gobierno se escuda que ellos solo les han dado las armas, pero que el uso de las mismas, son ellos quienes habrán de decidir usar o no. Yo digo que van a pagar muchos justos por pecadores.

Entre otras cosas, desaparece la clasificación por categorías. Lo que a mi juicio, entiendo que significa, que si es deseo del empresario, un director comercial puede cobrar lo mismo que una tele operadora. También desaparece el optar a un puesto de trabajo superior para poder acceder a más sueldo, puesto que ahora, pueden decidir que pases de responsable comercial a director comercial con más trabajo, más horas, más responsabilidad, pero con la misma nómina.

Supongo que como todo en esta vida, existen buenos empresarios que tendrán juicio al usar ese libre albedrío, pero, así como existe el bien, existe el mal, y estoy segura que muchos serán los que usen esa reforma laboral para quitar de en medio a gente que, por su antigüedad, y por sus altos sueldos, (que bien se los han ganado por todo lo que han tenido que tragar), molestan a la empresa, pues es mejor sustituir a esas vacas sagradas, por jóvenes terneros que cobran la mitad, y que están tan acojonados, que por tener trabajo, se agarrarían a un clavo ardiente.

Es la regresión. El poder del miedo, y que me perdonen algunos, pero usar el miedo como arma de gobierno, me recuerda a una de las etapas más negras de España, una que muchos han olvidado, una que muchos desconocen, y que disfrazándola de democracia, nos la han entrado hasta la cocina, viendo ahora lo que realmente es: Una completa dictadura de derechas.

Solo me pregunto hasta cuando aguantara el pueblo. ¿Cuánto pueden forzar la máquina hasta que esta reviente?

Y sobre todo me pregunto, ¿cuántos de esos votantes del PP se van a encontrar muy pronto en la calle con una ridícula indemnización? Jamás en mi vida le he deseado mal a nadie y no voy a empezar ahora, pero es una pregunta que no puedo quitarme de la cabeza.

Slow Life.

sábado, 11 de febrero de 2012

¡España! ¿Dónde está tu justicia?


Hace tiempo que no escribo en el blog, porque me había prometido a mí misma no hablar mal del actual gobierno que reina en nuestra querida España, al menos hasta darle una oportunidad, que puedo asegurar no han aprovechado. 

Así que por mi parte; Abierta queda la veda.

Porque cuando despiertas con las injusticias de condenas absolutorias a unos ladrones que han llevado a la bancarrota a toda una comunidad, cuando ves sus risas y su satisfacción, cuando te das cuenta que en este país no existe la justicia; no te queda otra que escribir sobre ello, al menos hasta que alguien diga que se acabó la libertad de expresión, que aunque no quisiera ser agorera, creo que todo llegará.
Cuando te levantas y ves como condenan a un hombre que lucha por hacer justicia, jodiéndole la carrera e inhabilitándole por once años, (a pesar de que no estoy de acuerdo con lo que hizo, pues creo que el derecho a la intimidad de un prisionero con su abogado es sagrado). Cuando todos podemos suponer el porqué se le ha condenado, que no es sino porque en su camino ha sacado de la política a dos decenas de dirigentes del PP. Cuando todos podemos sospechar que a muchos altos dirigentes, no les gustó ni pizca que desenterrara el cajón de mierda de los asesinatos realizados por el régimen franquista, pues al parecer aún hay mucho cabrón suelto, y mucho mal nacido por este país que se cree que va a salir indemne de todo lo que en esa época ocurrió; no te queda más remedio que escribir sobre ello. 

Y escribes, y hablas, y comentas con tus amigos, y discutes desaforadamente porque no hay dos personas, (por suerte), que piensen igual.

Los de derechas, (que sí, que también tengo amigos que limitan es ese grupo), dicen que la memoria histórica es una estupidez, que la gente ha de olvidar y perdonar. Pero yo les digo, que cuando no sabes donde está enterrado tu padre, fusilado por pensar de manera diferente, nadie puede exigirte que perdones. ¿Quiénes son ellos para pedir eso? ¿Acaso han pasado por ello? ¿Acaso son capaces de ponerse en la piel del que busca a un familiar? 

Aunque parezca que no venga al caso, el otro día hablaba con un amigo sobre la guerra entre serbios y albanos. Si bien es muy parecido a lo que ocurrió aquí en España no hace tanto, y que yo como catalana debería apoyar a los albanos kosovares, que son los que quieren deshacerse del yugo serbio para ser independientes, no estoy muy segura de poder apoyar esa causa al 100%. No porque no crea que cualquier nación, que así lo decida, pueda pedir la independencia, si no, porque sigo pensando que una guerra es cosa de dos partes, y que no es la vía para conseguir ser independientes. No hay buenos o malos, no hay vencedores o vencidos. En una guerra, solo pierde el pueblo, la gente que vive el día a día, la gente que ha de convivir con vecinos que piensan de forma diferente a ellos.
Europa sentenció, ya hace mucho, que los serbios eran los peores. Que sus crímenes contra la humanidad fueron actos terroríficos y deleznables. Yo, que he estudiado y mucho sobre esa guerra, pues en mi primera novela, aunque solo paso rozando el tema, mi protagonista nace en esa tierra, durante ese conflicto, sé, que aunque lo que hicieron algunos serbios fue horrible, lo que hicieron algunos albaneses, algunos croatas y algunos bosnios, no fue mejor.
Supongo que nadie debe ser tan mezquino de pensar que no murieron también serbios en esa guerra. Aunque, ¿qué más da a que nación pertenecieran? Muchas vidas humanas se perdieron en esa batalla. Muchas vidas humanas se pierden en cualquier guerra, tan solo por la mezquindad y la locura de unos hombres que deciden cambiar el mundo a peor con obligaciones, prohibiciones, y leyes que recortan los derechos humanos de libertad, religión, lengua y costumbres.

Parecido fue lo que en España vivimos no hace tanto. Lo que nos diferencia, es que a nosotros no nos salvó la tan querida Europa, nadie ayudó a las minorías españolas a quienes recortaron el derecho de su lengua y sus costumbres, y nosotros, o mejor dicho, nuestros padres y abuelos, claudicaron y aguantaron más de 40 años el régimen de Francisco Franco.
Y al final todo pasó y llegó la libertad. Algunos perdonaron, otros no olvidaron, otros se creyeron libres de culpa y pecado, pensando que habían hecho algo bueno por su país, hasta que llegó la memoria histórica, y la gente, sabiendo que la ley les acompañaba, sabiendo que como hijos de las víctimas del franquismo tenían derecho a saber que había pasado con sus familiares, de los que no sabían ni siquiera donde estaban enterrados, pidieron justicia.
Y hubo un hombre que quiso dársela. Hubo un hombre, un HOMBRE con mayúsculas que quiso darles la paz que tanto ansiaban aquellas víctimas. Pero a él, a él lo inhabilitaron. Si, sé que este señor se pasó por el forro el derecho de la intimidad de los prisioneros al hablar con sus abogados, (cosa que aún no entiendo porque hizo), porque en justicia no todo vale, y sé que se merecía un castigo.
¿Once años? Por Dios, ¿es que nos hemos vuelto todos locos? ¿Once años, cuando dejan libres y sin cargos a los ladrones y estafadores que han arruinado a toda una comunidad haciendo que quede en bancarrota?

No entiendo este país. Intento entenderlo, y aunque creo que estoy dotada de una inteligencia y de una mente abierta a muchas cosas a los que otros se cierran, no entiendo este tipo de justicia. ¿Por qué esa brutal sentencia? ¿Por qué juzgar a un juez por hacer su trabajo? Puede que, a lo mejor, después de la memoria histórica tuviera pensado en ir más allá. Si no es por eso, no entiendo esa desmesurada sentencia.

En la conversación con ese amigo, él me dijo una cosa que me hizo pensar. Me dijo que la guerra entre serbios y albanos jamás terminaría, pues al decidir Europa que los serbios eran los malos, no permitieron que el curso de la guerra siguiera y no dejaron que, como aquí en España, hubiera un ganador y un perdedor. Aquí todos lo tuvieron claro, más que nada porque si no lo creías así, o te ibas del país, o morías fusilado. Allí, aun hay gente que se cree que merecía ganar la guerra, y otros, que saben, porque Europa se lo ha dicho, que ellos son los ganadores, pues fueron, son y serán eternas víctimas.
El ser humano está necesitado de justicia y tiene su proceso para poder llegar a perdonar y olvidar, cosa que no puede ocurrir hasta que los muertos descansen en paz, hasta que los hijos y nietos de esas víctimas encuentren lo que buscan. Ahora, ¿quién les dará lo que tanto necesitan? ¿Es que acaso habrá otro juez que quiera jugarse su puesto por impartir la justicia necesaria?

Y a los que piensan que soy injusta con estas palabras, a los que creen que no me entero de la misa la mitad, a los que discurren que junto churras con merinas, solo les diré que esto es lo que yo pienso, y que por suerte, aunque no sé hasta cuando, aún tengo derecho a la libertad de expresión.

Estamos gobernados por un séquito de payasos y bufones. ¿Es que acaso no existe en este país un político justo y bueno? ¿Es que acaso están buscando volver al pasado y que el pueblo se levante harto de los recortes de sus derechos más esenciales? Un trabajo digno sin estar subyugado bajo unas leyes que defienden más al empresario que al trabajador. Una vivienda de precio justo. Unas hipotecas que no permitan que los bancos sean cada vez más ricos y el pueblo cada vez más pobre. Una salud pública y de calidad. Una justicia que ponga a los verdaderos criminales, aquellos que se aprovechan de su cargo para llenar sus arcas privadas, en su lugar, que no es otro que la celda de una prisión.

Rezo cada día para que el pueblo siga aguantando, pues no sé si estoy preparada para una guerra, y en verdad, no creo que España esté preparada para un nuevo conflicto. Pero lamentablemente, sigo pensando lo que la mayoría de europeos piensa de nosotros, que somos un país de toros y pandereta. Un país sin justicia. Un país donde te dejan libre porque no hay pruebas suficientes de cohecho y desfalco, y que en cambio te condenan a once años de inhabilitación para que dejes de molestar.

Qué triste es hacerse mayor y darse cuenta de que todo lo que te contaron no existe, pues en el mundo de los mayores, no hay justicia.

¡Slow Life!
Al menos hasta que nos dejen.

jueves, 26 de enero de 2012

Share de Toledo vs Telebasura

Los que seguís este blog sabréis que no soy una adicta a la televisión, y que las ocasiones en que miro la caja tonta, es tan solo para entretenerme con series extranjeras que son divertidas y que te permiten echar unas risas sin tener que pensar mucho.

Normalmente cuando las cadenas españolas apuestan por crear series de cosecha propia, está dentro de mi rasero, mirar, (siempre y cuando encuentre interesante el tema), el primer capítulo para darle una oportunidad.
Así fue como, cuando anunciaron “Águila roja”, me dispuse a verla, pues las series “históricas” me atraen por ver el modo de vida de tiempos pasados. No lo recuerdo bien, pero creo que duré delante de la pantalla diez minutos escasos, pues fue que el niño abriera la boca para decir algo así como: ¿Qué tal papá?, que dije que esa serie no tenía un buen asesor histórico.

Supongo que quisieron hacer una serie histórica adaptada a los nuevos tiempos, pero a mí no me gustó, pues los diálogos los hicieron con un lenguaje tan moderno, que era ver a gente de hoy día, disfrazados como épocas anteriores, una farsa que no me transmitía nada.

Por ello, cuando Antena 3 anunció a bombo y platillo la serie de Toledo, me dije que iba a darle la misma oportunidad que a la anterior, aunque no tenía muchas esperanzas sobre ella, y por ello quise recordar esa parte de la historia de España y repasé algunos libros, (sí, aún existen los libros de historia, no todo está en la wikipedia), para ver si lo habían hecho bien.

Cuál fue mi sorpresa que los diálogos estaban magníficamente adaptados a la serie. Un lenguaje correcto, rico en palabras que hoy en día, lamentablemente ya no se usan. Grandes actores que me transmitieron las vivencias y los sentimientos de sus personajes, una cuidada escenografía, un vestuario maravilloso... Todo en ella me hizo que me enganchara a esa serie, aunque, tras varios días creo, (y digo creo pues no soy una conocedora experta de la historia de España), que he podido ver algún que otro error, sobre todo en las personalidades de las mujeres de la época, pero que son nimiedades viendo el conjunto entero de la serie.
Pero en el mundo de la televisión, [y eso que no soy muy ducha, (para los que no lo sepan ducha significa experta), en ello] no vale que la gente hable bien de una serie o programa, lo único que mira la cadena es el share, que significa el porcentaje de televidentes que vieron la serie.

Viendo el gran éxito de “Águila roja”, con un share entre el 22% / 30% me dije que si una serie con unos diálogos tan penosos como esos, (que no lo digo por el contenido, si no porque usan un lenguaje moderno en una época que no se hablaba de esa forma), había tenido tanta audiencia; Toledo, que es, (y permitidme que me repita), una buena serie, con unos magníficos diálogos, y con unos actores como Eduard Farelo; que consiguió, (y no me avergüenzo de ello), hacerme acongojar cuando ha de matar a su amigo. Fernando Cayo, o Rubén Ochandiano; que han conseguido hacer que odie a sus personajes. O Alex Angulo; quien me parece verdaderamente entrañable, pensé, tonta de mí, creyendo que España es un país con ciudadanos que aman la cultura, que esta serie rompería todos los shares posibles.

Pero yo no sé a que es debido, aunque  me niego a creer que la mayoría de españoles no disfrute viendo una parte de su propia historia tan bien representada, con un gusto exquisito para con el vestuario, con unos escenarios tan acertados que parece que nos hayamos trasladado verdaderamente al siglo XIII, para preferir la basura de un programa donde nos ofrecen más de lo mismo; enfrentamientos entre dos actores mientras se vapulean con críticas irrespetuosas, haciendo que la pobre gente que intenta mostrar al mundo que vale como artista, se conviertan en meros payasos de la televisión.

¿De veras puede ser que la serie Toledo se quedara con un 13’3% de share este anterior martes, frente al 15’3% que tuvo el programa del que hablo, pero del que me niego a decir el nombre pues me da vergüenza ajena?

¿Tan mal está nuestro país que necesitamos ver como dos gilipollas se tiran los trastos a la cabeza en vez de un poco de cultura? ¿En que estamos pensando? ¿En qué se está convirtiendo nuestra sociedad?

Yo tampoco digo que no nos podamos divertir, ver programas que no nos hagan pensar, pues ya tenemos todos demasiadas preocupaciones encima como para tener que ver solo documentales de la 2. Pero de eso, a ver programas basura como esos, frente a buenas series de televisión, donde (y puede que me equivoque, pues es solo mi opinión), grandes actores hacen grandes papeles... La verdad es que sigo sin entenderlo y... ¿Queréis que os diga una cosa?

Creo que a estas alturas, ya no quiero entenderlo. Porque si me pongo a pensar, y miro las estadísticas de la televisión, ganan por goleada las series como Aida, los programas como Gran hermano, o la telebasura que dan a media tarde y que envenena nuestros pensamientos, haciendo creer a los jóvenes que la única manera de ganar dinero en esta vida y conseguir ser famoso, es vendiendo tus miserias en la televisión, degradándote por unos billetes y consiguiendo las cosas de una manera fácil.

Dejad que sea ilusa una vez más. Quiero creer que hay una gran parte de la sociedad española que es culta, inteligente. Que asiste a conciertos, que lee libros, que se apasiona con una buena serie de televisión, a pesar de que la fastidien con los anuncios cortando donde a ellos les da la gana sin respetar ni siquiera los diálogos. Quiero creer que esa sociedad del 15’3% de share no representa a la mayoría de los ciudadanos de nuestro país.

Sí, me gusta creer en las Utopías, ese es mi mayor defecto.

Slow Life, y un precioso y feliz fin de semana, que todos nos lo hemos merecido.

viernes, 20 de enero de 2012

La ATR, el sexo y el canal Divinity


Hace unos días, a la hora de cenar, recuerdo haberme sorprendido al poner el canal Divinity, (que es junto al canal Discovery, uno de los pocos que veo, las escasas veces que veo la televisión; sobre todo por sus divertidas series americanas), y encontrarme con un programa de sexo explícito en la pantalla.

Si bien al principio, supongo que por la educación pasada, lo primero que pensé fue, que era extraño que a esa hora hubiera un programa así en la tele, luego, al comprobar que eran más de las diez de la noche, y pensando abiertamente, me dije:

    - ¿Y por qué no? ¿Qué hay de malo? Solo es sexo.

Resulta que la respuesta a mi pregunta la tiene la A.T.R, (Asociación de Telespectadores y Radioyentes), y resulta que al parecer las 22h de la noche aún se considera horario infantil protegido, (como no tengo niños, ni sé ni me interesa a qué hora comienza ese horario, aunque dudo que se les pueda proteger de la tele basura de media tarde o de los dibujos machistas y violentos que ven cada día).

Pero vamos por partes. ¿Horario infantil a las 22h? Yo no tengo hijos, pero, ¿no es lo normal que los críos se vayan a dormir entre las 21 y las 21’30h? ¿Protegido? ¿De qué les tenemos que proteger? ¿Del sexo? ¿Qué hay de malo en el sexo? ¿Qué es tan duro que hemos de protegerlos? ¿Saber que tienen que tener precaución? ¿Aprender a disfrutar de algo tan natural que existe desde que el hombre es hombre? ¿Saber que nos han tenido engañados durante muchos años diciendo que eso solo servía para procrear?

Simplemente no lo entiendo.

Y los que estén pensando que un niño o niña de seis a diez años, (por poner un ejemplo), no deberían ver según qué cosas a esa edad, cosa con la que estoy de acuerdo, pues antes se ha de tener una seria conversación con ell@s, les diré, que cuando yo era pequeña, aunque estoy segura que no existían programas de este tipo, (y les recuerdo, que yo me crié en la época post-franquista donde casi todo, aún estaba prohibido), si existían los dos rombos. Cuando salían esos caracteres en la pantalla, no sé si era cosa de magia o es que mi madre estaba muy atenta a lo que se veía en la televisión, que la tele de pronto se apagaba y entonces sabíamos que era hora de irse a la cama, porque comenzaban los programas para adultos.

¿No estamos sobre protegiendo en demasía a los niños? ¿No gira toda la vida de los adultos, incluso de aquellos que han decidido no tener hijos, alrededor de los críos?

Vale, estoy de acuerdo en que según qué edad tenga el pequeño, no tiene porque saber que hay gente que puede hacerse una auto-felación, y que no tiene porque ver como una pareja intenta que el sexo en su vida sea mucho más intenso, probando juguetes de látex, en un matrimonio de hace varios años que ha perdido la pasión.

Pero... ¿Qué culpa tiene la gente que no quiere tener hijos? ¿Acaso nosotros no trabajamos? ¿Por qué hemos de esperar a la 1:30 a que den este tipo de programas PROHIBIDOS para poder disfrutarlos? ¿Es que en los mandos de las televisiones de los padres no hay un botón para cambiar el canal? ¿O es que acaso piensan que si ellos como padres no pueden disfrutar de ese tipo de programas, nadie debe disfrutarlos?

Comprendo que hoy en día la televisión se ha convertido para muchos “padres” en un educador más, en el que enchufan al crío para que no moleste, pero pienso firmemente, que para qué has sido padre, si no vas a estar allí controlando lo que ve tu hijo en la tele.

Bueno, pues al parecer, lo que les molesta a los de la A.T.R, es que la cadena se haya pasado por el forro la ley, pero... ¿Quieren que les diga una cosa? Me preocupa que esos puritanos, no se quejen cuando salen por la televisión, a esa misma hora, películas dónde salen miembros cercenados, o zombies que se comen a los humanos, o que no se quejen de lo que mister esponja enseña a esos niños protegidos, que es de juicio, puedo asegurarlo.

Jamás me ha gustado la palabra tolerancia, pues yo no soy nadie para TOLERAR a los demás, más bien, quiero entenderlos, vivir y dejar vivir, y... ¿Por qué no? Compartir un interesante programa de sexo con mi compañero a una hora de lo más normal, sin tener que esperar a que “la gente corriente, o sus hijos”, se vayan a la cama.

¿Hemos perdido el control los adultos para que sean los niños los que dominen el mundo?

Me niego a que mi vida sea controlada por unos críos y por unos puritanos que quieren protegerles de todo mal, sin darles las armas para enfrentarse a un mundo cada vez más libre y liberal.

Pero bueno, eso tan solo es mi opinión.

Buscaré ese programa en Internet para poder verlo a la hora que me dé la gana a mí, como últimamente hago con las pocas cosas interesantes que hay en la caja tonta.

Un besito muy fuerte. Disfrutar del sexo todo lo que podáis, (que hoy en día es lo único gratis, al menos para algunos), y por supuesto:

Slow Life!!!!

lunes, 19 de diciembre de 2011

Tradiciones Navideñas


Cuando se acercan estas fechas, no tengo más remedio que recordar las tradiciones familiares para Navidad.

Abuelos, tíos y tías, e incluso algún que otro padrino de mis hermanos, terminaron viviendo con la familia, cosa que hacía imposible que te quedaras a solas ni un solo momento. Supongo que la infinita bondad de mi madre, que acogía a todos aquellos familiares que así lo necesitaban, hacía de nuestra vivienda, un lugar especial, lleno de gente, de vivencias diferentes, de historias increíbles sobre su juventud, sus viajes, sus aventuras... Claro que también ayudaba que aquel lugar donde pasé mi infancia y adolescencia, tuviera casi doscientos metros cuadrados.

Siendo un maravilloso palacio, como así le llamábamos todos, era impresionante como mi madre hacía que toda la frialdad del magnífico mármol blanco que cubría sus suelos, se tornara en un cálido lugar cuando llegaban estas fechas navideñas, que para mí siempre han sido entrañables.

La calefacción se encendía a mediados de noviembre y no se cerraba hasta que llegaba el buen tiempo. Las enormes alfombras de estilo persa eran rescatadas del cuarto de los trastos del ático, así como las cajas con los adornos navideños. El árbol, el gran árbol de plástico, (aunque tan real que parecía de verdad), que presidía el enorme salón, mostraba sus luces de colores, sus bolas de cristal, (por aquel entonces, las de plástico no se estilaban), anunciando que llegaban las fiestas más importantes para la familia. La casa era engalanada con boas rojas, verdes y doradas, y por supuesto sobre la chimenea de mármol, un completo pesebre en el que nunca faltaban los romanos, los reyes que se acercaban con sus camellos, la aguadora que se dirigía hacia el establo con su cántaro desde el pozo, y la mujer que lavaba en el río realizado de papel de plata, así como decenas de figuras más, ocupaban su lugar de privilegio sobre un suelo de musgo verde adquirido en la “Fira de Santa LLucia” o recogido en una de nuestras muchas excursiones al campo.

Era en esa época la única vez que podíamos disfrutar de los leños quemando en la chimenea que presidía el comedor, del crepitar de su fuego, de las llamas bailando al unísono de villancicos melódicos e instrumentales, pues en casa jamás sonaron canciones con letras, como pudieran ser “la marimorena”, o “ale burro ale”, ya que esas fiestas eran ceremoniosas, tratadas con el respeto que pedían, y aunque eran momentos familiares, jamás vi a nadie de la familia rascando una botella de anís o tocando una pandereta.

Supongo que no hace falta decir que en aquellos tiempos, nadie sabía quién era papa Noel, pues todos teníamos claro que aquella noche del 24 al 25 de diciembre, celebrábamos el nacimiento de nuestro mesías, y que él, no debía traernos regalos, pues solo su presencia era un regalo. Como mucho, el día 25 de diciembre, cuando se reunía toda la familia, los más pequeños habíamos preparado un bonito poema con el que éramos recompensados con el aguinaldo, (que no era más que un billete de cien, o los más afortunados de mil pesetas).

La vida pasó y todos nos hicimos mayores. Mis hermanos se casaron, formaron sus propias familias y a pesar que seguíamos reuniéndonos cada Navidad en casa de mis padres, con el tiempo las nuevas familias formadas introdujeron nuevas tradiciones que mi madre acogió para el buen entendimiento familiar. Así llegó el día de pasar las navidades en otra casa, de que fuera otro el que cocinara, de que se escucharan otros villancicos, de abrazar nuevas costumbres, y cuando mis padres decidieron dejar Barcelona y vivir su retiro en un pueblecito catalán, las navidades fueron ya para siempre diferentes.

Creo que ese día comenzó a cambiar todo... Aunque pensándolo bien, es así como descubres como quieres que sea el resto de tu vida, pues si no tienes varias opciones, jamás podrás elegir. Si solo conoces una forma de hacer las cosas, te pierdes el conocer miles de maneras de celebrar una misma fiesta.

Cumplimos años y nos convertimos en adultos, con nuestras obligaciones, nuestros trabajos, nuestras nuevas familias, las nuevas tradiciones, los nuevos problemas de la vida del adulto, y con el tiempo, descubrimos muchas cosas que siendo niños desconocíamos, (cosa que siempre he agradecido a mi madre, pues creo que los niños deben ser niños y que ya se enfrentarán a la vida de los mayores cuando tengan que hacerlo).

Las Navidades siguieron siendo entrañables. Diferentes, pero aún cálidas. El gran pesebre se seguía poniendo ya no sobre una chimenea, pero si, sobre un precioso baúl de madera. El árbol del salón ya no lucía tan bien como en aquella sala de techos de cuatro metros, pero seguía teniendo sus bolas de cristal, aunque cada vez había más de plástico para que los nuevos niños de la familia no se hicieran daño, si alguna se rompía.

La vida seguía cambiando, y los años continuaban pasando y nuevas incorporaciones en la familia siguieron cambiando esas tradiciones navideñas, y mi madre siguió adaptándose a ellas sin jamás rechistar, hasta que llegó un día que ya no volvimos a reunirnos en su casa, (pues quedaba lejos y siendo una casita en plena montaña, hacía mucho frío por aquellas fechas), si no que fue ella, la que se tuvo que trasladar a casa de los hijos por Navidad. 


Como única hija fémina de la familia, heredé la mayoría de adornos de navidad y por supuesto el gran pesebre pues, según mi madre, cuando ella falte, yo seré la encargada de mantener unida a la familia y de transmitir a mis sobrinas nuestras tradiciones navideñas.

Esta entrada de hoy era para explicar lo difícil que era para mí volver a tener unas navidades como las de antaño. Quería explicar que en mi apartamento de apenas noventa metros cuadrados, con un salón que también es comedor, (como en la mayoría de estos maravillosos pisos nuevos que se han ido construyendo últimamente), apenas caben diez personajes de aquel fantástico pesebre.
Si os digo la verdad comencé esta entrada diciéndome que sería imposible meter a dieciséis personas en un salón tan pequeño, quería explayarme y quejarme de no poder optar a unas navidades como las de mi infancia, pero... ¿Sabéis qué? Querer es poder, y me niego a que todas aquellas palabras que hoy día nos envuelven como crisis, paro, recortes, impuestos, recibos, hipotecas... me fastidien mis fiestas favoritas.

Dicen que hoy día las Navidades son puro comercio. Que con la crisis, la gente no tiene ganas de celebrar nada. ¿Sabéis que os digo?

Al cuerno la crisis. Para mí las navidades es juntarme con mis hermanos, reírme con ellos, ver sus nuevas arrugas, recordar nuestra fantástica infancia, añorar otros tiempos, vivir con ilusión la era que nos ha tocado vivir. Es tener a mis padres en casa y devolverles todos los cuidados que ellos tuvieron conmigo, es intentar que tengan un hogar en mi pequeño piso, que se sientan como si fuera suyo y que puedan pasar más de un día rodeados de sus hijos. Es no darle importancia al chantaje emocional que mi madre aún usa conmigo versus a la religión, (tan importante para ella). Es reunirme con mis cuñadas, hablar sobre sus proyectos, sobre sus aficiones y sentir que ya forman parte de mi familia. Es quitar todos los adornos de cristal de allí donde puedan llegar mis sobrinos pequeños, es comprar sillas especiales para que ellos puedan sentarse, es enseñar a mis sobrinas mayores la calidez de la familia, para que de una vez por todas aprendan que lo que llevan en sus venas, es una misma sangre, algo indisoluble que hace que cualquier cosa que pueda llegar a hacer un hermano, pierda importancia cuando este te abraza. Algo que, por diferentes derroteros que les lleve la vida, siempre las mantendrá unidas. 

Nadie puede arrebatarnos la ilusión. Ni la crisis, ni el paro, ni los problemas económicos, siempre y cuando sigas teniendo lo más importante, una familia con los que celebrar estas fiestas.

Así que, pensando en todo lo que aún tengo que preparar, quebrándome la cabeza para hacer entrar cómodamente a dieciséis personas, en un salón de 15m2, sin saber aún donde esconder todo aquello que he tenido que quitar para poder poner al completo el pesebre entero, habiendo adornado ya el gran árbol que preside el salón, y estando a punto de terminar las listas de canciones del ITunes, para combinar los villancicos melódicos de Andrea Bocelli, Enya, y Michael Bublé, para que acompañen la risas de los niños de la familia y las conversaciones familiares, rememoro el caldo de navidad de mi madre, con sus enormes “galets” y el pavo cogiendo un bonito color dorado en el horno, de las navidades de mi infancia, y deseo que este año, que voy a cocinar yo esas recetas de familia, pueda complacer como antaño a los que se reunan en torno a mi mesa, sabiendo que jamás llegaré a la altura de los talones de mi madre, ni en cuanto a cocina, ni en cuanto a valores familiares, aunque prometo intentar mejorar con los años. 

La navidad puede ser como nosotros queramos que sea, a pesar de todo lo que nos envuelve.

OS DESEO UNA MUY, MUY FELIZ Y CÁLIDA NAVIDAD A TODOS Y A TODAS.

P.D: Nadie puede arrebatarnos la ilusión sin nuestro permiso. Slow Life!!

viernes, 25 de noviembre de 2011

La cultura del castellano


¿Hemos de pedir perdón la gente culta porque los demás no nos entiendan? ¿Somos nosotros quienes hemos de disculparnos por hacer uso de nuestra preciosa lengua castellana, que cada vez se diluye más en la mediocridad de las palabras callejeras o chabacanas?

Me pregunto esto mientras pienso en que cada vez más, la gente con la que hablo, sobre todo jóvenes, aunque a algún adulto me he encontrado también, a veces, me miran como si no comprendieran lo que estoy diciendo, solo porque uso palabras cultas, e incluso alguna vez me he tenido que escuchar que hablo muy “raro o antiguo”.

¿Raro? ¿Antiguo? ¿Es que acaso una lengua se queda antigua? Es antiguo usar palabras como no seas “necio”, en vez de no seas “tonto”. O... No me importa esa “nimiedad” por no me importa esa “tontería”. 

¿Quién es el raro y quién es el tonto?

¿No será que solapan la incultura con la modernidad porque carecen del conocimiento de esas palabras y se niegan a perder su tiempo en buscar el significado de las mismas?

¿Acaso he de pedir perdón yo por hablar un castellano correcto? Y eso que siendo catalana aún tengo la manía de juntar las dos lenguas y catalanizar alguna que otra palabra.

¿Tiene miedo la gente a la cultura? ¿A mostrarse demasiado inteligente para no ser demasiado diferente a los demás?

Me pregunto si es por ese hecho de que hoy día, triunfen series tan cutres como las que nos muestran esa parte de la sociedad, que valga mi ignorancia yo realmente pensaba que no existía, que se vanagloria de ser un inculto, de usar palabras de la calle, de inventarse incluso su propia jerga, de ser felices con su mediocridad. Si existen, no creo que sean felices con lo que tienen y que no quieran más. Más conocimientos, más cultura, simplemente saber más.

La verdad es que sigo dudando, de que esa clase de gente, sea la mayoría en esta sociedad nuestra, pues... 

¿Quién es el listo que dice que por haber nacido en un barrio obrero o dedicarse a limpiar casas, seas una persona inculta? ¿Acaso la cultura, el querer saber no es algo innato del ser humano? ¿Conocer, aprender, instruirse? ¿Acaso no existen bibliotecas en las que poder leer?
No conozco a nadie que no quiera eso, que no quiera saber más, que no se pregunte miles de cosas al día... y sintiéndolo mucho, si ese tipo de gente existe, no quiero conocerlos, porque no aportarían nada nuevo a mi vida y esta es muy corta para rodearse de gente así. ¿No?

Ya sabéis que para mí, la palabra snob no es una mala palabra, y sé que puede, que el que esté empuñando una lanza por la buena dicción del castellano, me convierta en una snob, pero realmente me da igual. Jamás me he creído por encima de las personas que nunca han tenido la oportunidad de aprender, ahora, eso sí, la gente que NO quiere aprender, la gente que le da igual NO mejorar su vida, aquellos que se regodean con sus desgracias porque es lo que les ha tocado vivir, aquellos que creen que abanderan la modernidad del lenguaje tan solo porque desconocen las mínimas reglas del castellano... Esos a mí, me dan muchísima pena, aunque entiendo que en esta loca sociedad debe haber de todo. Lo que me fastidia verdaderamente es que se englobe al conjunto de un país por esa mayoría, dando al mundo exterior la imagen de la incultura y de ser un país de toros y pandereta. 

Así... ¿Cómo nos van a tomar en serio?

Existe un antiguo dicho de la china milenaria del siglo XVI, (no de la actual, por supuesto), que dice:

“No te detengas ante el sonido de palabras que no conoces, como tampoco temas a la oscuridad del destino: en los dos casos se pueden conseguir infinitas satisfacciones”

Slow Life y un poquito más de cultura, por favor.