sábado, 11 de febrero de 2012

¡España! ¿Dónde está tu justicia?


Hace tiempo que no escribo en el blog, porque me había prometido a mí misma no hablar mal del actual gobierno que reina en nuestra querida España, al menos hasta darle una oportunidad, que puedo asegurar no han aprovechado. 

Así que por mi parte; Abierta queda la veda.

Porque cuando despiertas con las injusticias de condenas absolutorias a unos ladrones que han llevado a la bancarrota a toda una comunidad, cuando ves sus risas y su satisfacción, cuando te das cuenta que en este país no existe la justicia; no te queda otra que escribir sobre ello, al menos hasta que alguien diga que se acabó la libertad de expresión, que aunque no quisiera ser agorera, creo que todo llegará.
Cuando te levantas y ves como condenan a un hombre que lucha por hacer justicia, jodiéndole la carrera e inhabilitándole por once años, (a pesar de que no estoy de acuerdo con lo que hizo, pues creo que el derecho a la intimidad de un prisionero con su abogado es sagrado). Cuando todos podemos suponer el porqué se le ha condenado, que no es sino porque en su camino ha sacado de la política a dos decenas de dirigentes del PP. Cuando todos podemos sospechar que a muchos altos dirigentes, no les gustó ni pizca que desenterrara el cajón de mierda de los asesinatos realizados por el régimen franquista, pues al parecer aún hay mucho cabrón suelto, y mucho mal nacido por este país que se cree que va a salir indemne de todo lo que en esa época ocurrió; no te queda más remedio que escribir sobre ello. 

Y escribes, y hablas, y comentas con tus amigos, y discutes desaforadamente porque no hay dos personas, (por suerte), que piensen igual.

Los de derechas, (que sí, que también tengo amigos que limitan es ese grupo), dicen que la memoria histórica es una estupidez, que la gente ha de olvidar y perdonar. Pero yo les digo, que cuando no sabes donde está enterrado tu padre, fusilado por pensar de manera diferente, nadie puede exigirte que perdones. ¿Quiénes son ellos para pedir eso? ¿Acaso han pasado por ello? ¿Acaso son capaces de ponerse en la piel del que busca a un familiar? 

Aunque parezca que no venga al caso, el otro día hablaba con un amigo sobre la guerra entre serbios y albanos. Si bien es muy parecido a lo que ocurrió aquí en España no hace tanto, y que yo como catalana debería apoyar a los albanos kosovares, que son los que quieren deshacerse del yugo serbio para ser independientes, no estoy muy segura de poder apoyar esa causa al 100%. No porque no crea que cualquier nación, que así lo decida, pueda pedir la independencia, si no, porque sigo pensando que una guerra es cosa de dos partes, y que no es la vía para conseguir ser independientes. No hay buenos o malos, no hay vencedores o vencidos. En una guerra, solo pierde el pueblo, la gente que vive el día a día, la gente que ha de convivir con vecinos que piensan de forma diferente a ellos.
Europa sentenció, ya hace mucho, que los serbios eran los peores. Que sus crímenes contra la humanidad fueron actos terroríficos y deleznables. Yo, que he estudiado y mucho sobre esa guerra, pues en mi primera novela, aunque solo paso rozando el tema, mi protagonista nace en esa tierra, durante ese conflicto, sé, que aunque lo que hicieron algunos serbios fue horrible, lo que hicieron algunos albaneses, algunos croatas y algunos bosnios, no fue mejor.
Supongo que nadie debe ser tan mezquino de pensar que no murieron también serbios en esa guerra. Aunque, ¿qué más da a que nación pertenecieran? Muchas vidas humanas se perdieron en esa batalla. Muchas vidas humanas se pierden en cualquier guerra, tan solo por la mezquindad y la locura de unos hombres que deciden cambiar el mundo a peor con obligaciones, prohibiciones, y leyes que recortan los derechos humanos de libertad, religión, lengua y costumbres.

Parecido fue lo que en España vivimos no hace tanto. Lo que nos diferencia, es que a nosotros no nos salvó la tan querida Europa, nadie ayudó a las minorías españolas a quienes recortaron el derecho de su lengua y sus costumbres, y nosotros, o mejor dicho, nuestros padres y abuelos, claudicaron y aguantaron más de 40 años el régimen de Francisco Franco.
Y al final todo pasó y llegó la libertad. Algunos perdonaron, otros no olvidaron, otros se creyeron libres de culpa y pecado, pensando que habían hecho algo bueno por su país, hasta que llegó la memoria histórica, y la gente, sabiendo que la ley les acompañaba, sabiendo que como hijos de las víctimas del franquismo tenían derecho a saber que había pasado con sus familiares, de los que no sabían ni siquiera donde estaban enterrados, pidieron justicia.
Y hubo un hombre que quiso dársela. Hubo un hombre, un HOMBRE con mayúsculas que quiso darles la paz que tanto ansiaban aquellas víctimas. Pero a él, a él lo inhabilitaron. Si, sé que este señor se pasó por el forro el derecho de la intimidad de los prisioneros al hablar con sus abogados, (cosa que aún no entiendo porque hizo), porque en justicia no todo vale, y sé que se merecía un castigo.
¿Once años? Por Dios, ¿es que nos hemos vuelto todos locos? ¿Once años, cuando dejan libres y sin cargos a los ladrones y estafadores que han arruinado a toda una comunidad haciendo que quede en bancarrota?

No entiendo este país. Intento entenderlo, y aunque creo que estoy dotada de una inteligencia y de una mente abierta a muchas cosas a los que otros se cierran, no entiendo este tipo de justicia. ¿Por qué esa brutal sentencia? ¿Por qué juzgar a un juez por hacer su trabajo? Puede que, a lo mejor, después de la memoria histórica tuviera pensado en ir más allá. Si no es por eso, no entiendo esa desmesurada sentencia.

En la conversación con ese amigo, él me dijo una cosa que me hizo pensar. Me dijo que la guerra entre serbios y albanos jamás terminaría, pues al decidir Europa que los serbios eran los malos, no permitieron que el curso de la guerra siguiera y no dejaron que, como aquí en España, hubiera un ganador y un perdedor. Aquí todos lo tuvieron claro, más que nada porque si no lo creías así, o te ibas del país, o morías fusilado. Allí, aun hay gente que se cree que merecía ganar la guerra, y otros, que saben, porque Europa se lo ha dicho, que ellos son los ganadores, pues fueron, son y serán eternas víctimas.
El ser humano está necesitado de justicia y tiene su proceso para poder llegar a perdonar y olvidar, cosa que no puede ocurrir hasta que los muertos descansen en paz, hasta que los hijos y nietos de esas víctimas encuentren lo que buscan. Ahora, ¿quién les dará lo que tanto necesitan? ¿Es que acaso habrá otro juez que quiera jugarse su puesto por impartir la justicia necesaria?

Y a los que piensan que soy injusta con estas palabras, a los que creen que no me entero de la misa la mitad, a los que discurren que junto churras con merinas, solo les diré que esto es lo que yo pienso, y que por suerte, aunque no sé hasta cuando, aún tengo derecho a la libertad de expresión.

Estamos gobernados por un séquito de payasos y bufones. ¿Es que acaso no existe en este país un político justo y bueno? ¿Es que acaso están buscando volver al pasado y que el pueblo se levante harto de los recortes de sus derechos más esenciales? Un trabajo digno sin estar subyugado bajo unas leyes que defienden más al empresario que al trabajador. Una vivienda de precio justo. Unas hipotecas que no permitan que los bancos sean cada vez más ricos y el pueblo cada vez más pobre. Una salud pública y de calidad. Una justicia que ponga a los verdaderos criminales, aquellos que se aprovechan de su cargo para llenar sus arcas privadas, en su lugar, que no es otro que la celda de una prisión.

Rezo cada día para que el pueblo siga aguantando, pues no sé si estoy preparada para una guerra, y en verdad, no creo que España esté preparada para un nuevo conflicto. Pero lamentablemente, sigo pensando lo que la mayoría de europeos piensa de nosotros, que somos un país de toros y pandereta. Un país sin justicia. Un país donde te dejan libre porque no hay pruebas suficientes de cohecho y desfalco, y que en cambio te condenan a once años de inhabilitación para que dejes de molestar.

Qué triste es hacerse mayor y darse cuenta de que todo lo que te contaron no existe, pues en el mundo de los mayores, no hay justicia.

¡Slow Life!
Al menos hasta que nos dejen.

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