martes, 22 de septiembre de 2015

Carta a Carme Balcells




Estimada Carme Balcells,
¡Cuántas veces he visto tu imagen como aquello que realmente era!
La Medici de la literatura. Aquel ángel de hierro que convirtió la escritura en una profesión. Una de las Rosas que inspiran mis novelas.

¡Qué triste que te hayas ido sin habernos conocido! ¡Qué pena más grande tu marcha ahora que los escritores tanto te vamos a necesitar! ¡Qué bien les va a ir a aquellos que dicen que nunca más un escritor podrá vivir en exclusiva de escribir libros!
Triste. Muy triste.

Nunca te conocí, y es curioso lo que de ti se oye ahora. 
Me sorprende pues siempre escuché que nadie osaba hablar mal de los muertos, pero en cambio los rumores sobre tu fuerte carácter, tus grandiosos enfados con editores, escritores de renombre, y otros agentes, llenan la boca de aquellos que hablan de ti.
Ahora me gustas más. Sin haberte conocido creo que hubiéramos hecho buenas migas, pues creo que te abanderaba la libertad y la sinceridad, aunque luego tuvieras que disculparte, que al parecer no te costaba nada.

No soy de llorar. Bueno, eso es mentira. Soy llorona y con los años, más, sobre todo cuando me encuentro con gente que defiende a capa y espada al débil, frente a los grandes grupos comerciales que nos rodean, y que cada vez nos rodearan más.
Pero por ti no voy a derramar lágrimas, aunque te aseguro que pienso en tu muerte y mi corazón se acongoja.
¡Ay, si te hubiera conocido! A lo mejor te hubiera odiado, al menos durante un ratito, aunque luego hubieras sido aquella “Mamá Grande” de la que la mayoría de tus protegidos hablan.
He llegado tarde y lo siento. ¡No sabes cuánto!

Me gustaría que hubieran más agentes como tú, pero no. Ya nadie es mecenas. Nadie arriesga.

Desde aquí. Desde la soledad del escritor enfrentándome a una nueva página en blanco, solo deseo que estés donde estés, sigas vigilando a tus protegidos, entre los que desde ahora mismo me encuentro, con tu permiso, aunque no te haya conocido.

Un beso Mamá Grande. Descansa en paz.

jueves, 8 de enero de 2015

2015, el año que asesinaron la libertad



Las fiestas ya han terminado y con su final, todo vuelve a la calma, y en mi caso al silencio de una casa, que por estas fechas se llena de gente y de tiernas voces que no paran de hablar, incluso antes del necesario café matinal, que es el que me pone en marcha.
Ahora, de nuevo en la soledad de mi despacho, las musas, una vez se aseguran de que vuelvo a estar a solas conmigo misma, vuelven a pulular a mi alrededor para inspirarme nuevas historias, que en un tiempo ya tendrán vida propia sobre cientos de páginas, ahora en blanco.

Lamentablemente, este año 2015 ha comenzado con la noticia del salvajismo de unos pocos radicales fanáticos, que se han llevado por delante la vida de doce personas, por el mero hecho de que no les gustaba lo que dibujaban.
De veras que intento comprender, como un ser humano puede llegar a matar a otro, solo porque haya ridiculizado la imagen de su dios, su profeta, o su religión. Intento adentrarme en la mente de esos mal nacidos, y solo puedo decir que imagino que deben ser seres débiles a los que algunos mal llamados, “guías de su fe”, les sorben el poco cerebro que tienen, para inculcarles un dios que no existe, más que en las perturbadas mentes de algunos pocos, que usan esa divinidad para crear el caos, para llevar el miedo de un dios guerrero y malvado que desea inculcar por la fuerza su severa ley.
Como mujer de fe que me considero, numerosas han sido las veces que he visto la imagen de mi Dios ridiculizada. Y si bien, puede que sí, que interiormente me fastidien esos actos, jamás se me ocurriría callar la boca o intentar amordazar la libertad de expresión de aquellos que satirizan y que usan la polémica para vender más, porque yo, como mujer libre, tengo el poder de decidir si eso me afecta o no, siendo la solución, pasar la página, no comprar esa publicación, o incluso, leer aquello que puede que me ofenda, para ver la poca imaginación que tienen algunos, que necesitan de la polémica para darse a conocer al mundo.

En septiembre del 2012, escribía un blog sobre la publicación de las primeras viñetas, que ya tuvieron su contestación a manos de algunos radicales. En él comentaba que los artistas tenemos un deber con el público, y de alguna manera, venía a decir que tan en contra estaba con aquel radical que intenta imponer su fe por la fuerza, como el que se mofa y hace escarnio de algo en lo que millones de personas creen. Ahora ante estos hechos deleznables que han acabado con vidas humanas, no puedo contradecirme, porque faltaría a mi propia integridad, pero está claro que, cuando alguien se cree con el derecho de imponer su fe por la fuerza, acabando con lo más sagrado que nos ha dado Dios, que es la vida, pierde todo derecho de defensa, y por mi parte, de perdón, aunque en verdad creo que son solo marionetas de alguien a quien le va muy bien esa cultura del miedo, esa imposición de la violencia que tanto nos aterra a los ciudadanos de a pie.

Para ser sincera. Yo no soy Charlie. No puedo serlo. Pero siendo una de las que defienden a capa y espada la libertad de expresión, y la libertad humana de intentar llevar nuestras ideas a los demás, de la forma que mejor creemos que pueden llegar, no acepto y no perdono el radicalismo, el fanatismo y la cultura del miedo que algunos quieren imponernos. Y si bien no puedo firmar el titular “Todos somos Charlie”, si firmo otro que dice “La libertad asesinada”.
La violencia no es la solución. La violencia es un acto abominable que lo único que crea es más fanatismo y radicalización. 

No podemos permitir que el miedo gane la partida. No podemos permitir que la libertad sea asesinada. Llamarme ilusa, pero tengo la esperanza de que el ser humano cada vez le tenga menos miedo al miedo.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Lo prometido, es deuda. ¡Feliz Navidad!



Normalmente cuando me traslado de un lugar a otro de mi ciudad, lo hago mediante el metro de Barcelona, un lugar, a veces agobiante, y otras, inspirador, mientras en mi cabeza resuena mi música favorita mediante unos cascos.
En uno de esos viajes, donde estos decidieron dejar de funcionar, no tuve más remedio que aterrizar en la realidad, dándome cuenta de que la gente habla poco cuando va en metro, supongo, porque la mayoría vamos solos, y no quedaría nada bien hablar con nosotros mismos.
Es bien cierto que nos desplazamos, mientras andamos algo desconectados de la vida, ya sea whatsapeando, (no sé si existe esta palabra), mirando o jugando con nuestro Facebook, escuchando música, actualizando el Twitter, o incluso viendo una peli... Debe ser por ello, que nos sorprende cuando alguien, alza la voz sin darse cuenta, mientras se emociona al hablar con su interlocutor.

A mí me ocurrió, hace un tiempo, que escuché a dos señoras que hablaban justo a mi lado de cómo se iban a organizar los días de Navidad. No es que yo sea curiosa, que lo soy, aunque su tono de voz, más bien alto, hacía imposible, no escucharlas, y me hizo gracia oír, como una de ellas le decía a la otra:
-¡Ay, pero no te preocupes mujer! ¡Sí aún queda mucho para Navidad! ¡Ni tan solo ha salido el anuncio del Corte Inglés!

¿De veras ha dicho lo que ha dicho? –pensé.
Y yo, que tengo la manía de pensar a todas horas, menos cuando escucho música, me dio por pensar, (aunque sé que en verdad fue una gracia jocosa), que de ser así, que si alguna gente cree que la Navidad comienza cuando lo anuncian unos grandes almacenes, y no el día 24 de Diciembre, debe ser porque los publicistas de estas grandes marcas “piensan” en nosotros, los “consumistas”, para que tengamos tiempo de adquirir y comprar, todas aquellas cosas innecesarias que creemos necesarias, sobre todo en esta época.

Sigo meditando si estoy en contra de la sociedad de consumo, porque a mí me gusta ir de compras, al menos, cuando puedo. Pero, cuanto mayor me hago, me doy cuenta de que puede que este no sea el camino, porque puede que nos olvidemos de que lo material no puede sustituir ni nuestro tiempo, ni nuestros abrazos, ni nuestros besos hacia los demás.
Creo que valoramos poco los abrazos y los besos, y que le damos un escaso valor al tiempo que la gente nos dedica y al que nosotros les dedicamos.

A mí me enseñaron que la Navidad era un tiempo de amor. De compartir. Un tiempo donde no había regalos hasta el día de Reyes, (y que no podías quejarte si estos te traían algo muy diferente de lo que habías pedido, porque eran los reyes y todo se les perdonaba), aunque en más de una ocasión, (al crecer), porque yo creí en los reyes magos hasta bien entrados los doce, deseé secretamente, poner unas gotas de Evacuol al licor de Cointreau que les dejaba esa noche, para que dejaran de traerme las feas Darling, y que de una vez por todas, pudiera tener la Barbie Corazones que siempre pedía. He de decir, que al final todo llegó, con gran esfuerzo por parte de esos reyes.
Me enseñaron una Navidad cercana a un fuego de chimenea, que solo se encendía durante ese día, donde se reunían todos los mayores de la familia, que eran muy muchos. Una Navidad en la que se compartía el “caldo de Nadal”, la “carn d’olla”, y por supuesto, el “gall d’Indi”. Había música clásica que llenaba los rincones de la casa, y dulces villancicos instrumentales, porque la Navidad era una fiesta seria y sagrada, y no un tiempo donde tocar una zambomba o cantar a grito pelado, que los peces beben en el río, (cosa contra la cual no tengo nada en contra, pues a cada uno nos enseñan cosas diferentes, esa es la gracia del ser humano, que no somos iguales). La televisión no se encendía hasta las campanadas de fin de año y en cambio la gente hablaba mucho, compartiendo sus vivencias, mientras los niños intentábamos escapar de los achuchones de las tías y de los odiosos pellizcos en la mejilla, mientras con mi hermano pequeño nos reíamos aludiendo al pestazo a perfume que hacía nuestra tía favorita, la tía Lupe, (algún día os hablaré de esta gran mujer).
Recuerdo el calor de mi hogar en esas fechas. Recuerdo que el amor se podía respirar en el ambiente, aunque en verdad he de decir que he sido una persona afortunada, pues ese amor, no solo se sentía en esa época, sino que pululaba cada día del resto del año. Permitidme la licencia de poder decir, que eso es debido, a tener la mejor y más entregada madre del mundo ;-)

Hoy, parece ser, que desde que el Almendro no vuelve a casa por Navidad, (aunque creo que este año sí que ha vuelto), todo ha cambiado. Algunos dicen que me he hecho mayor. Puede que sea eso. Pero sigo creyendo que todo aquello que nos enseñaron está aún en nuestro interior, aunque ahora los apartamentos ya no tengan chimenea, o aunque sus estrecheces, no permitan invitar a todos aquellos que desearíamos.

Por ello, con todo el cariño del mundo, os pido que este año, valoréis un poquito más el tiempo, los besos, los abrazos, y el amor, que no, aquellos posibles regalos que os puedan ofrecer. Creo que ese es el auténtico espíritu navideño, el tiempo que compartimos y el que dedicamos a los demás.
De nuevo, y como ya os decía en la anterior entrada:
-El amor es el verdadero motor del mundo. Sin él no hay nada, y él, todo lo puede.

Os deseo de todo corazón que tengáis una muy, muy Feliz Navidad. Llena de amor, abrazos, besos, miradas cómplices, sonrisas pícaras y risas desternillantes.
Deseo que seáis felices, y que el amor, llene estos, y todos los días de vuestra vida.

                           ¡FELIZ NAVIDAD!                                        BON NADAL!

martes, 23 de diciembre de 2014

Desfogue antes de Navidad




 
Mientras escribía la segunda novela, que espero que pronto podáis disfrutar, llegaban a mí, inputs de lo que iba ocurriendo en el mundo.

La crisis española. Los millones de parados que no dejaban de crecer. Las muertes por malos tratos. Los virus descontrolados por una mala gestión de la situación. Los múltiples escándalos políticos, y demás instituciones, hasta ahora casi sagradas. Y los ladrones y estafadores, que tanto mal han hecho, y que algunos quieren perdonar, pero, a la que la mayoría, no perdonamos.

Al estar inmersa cada día en el mundo de Costanza Contanti, la vida que iba pasando a mí alrededor, ocurría como si alguien me estuviera contando una historia de miedo. Y si bien eso, no significa que no me haya importado y que no me importen todos esos sucesos, me encontraba tan enfrascada escribiendo la novela, que toda esa porquería, pululó a mi lado casi sin afectarme, aunque, tras terminar el libro, me di cuenta, de la cruda realidad que rodeaba a la sociedad.


Ahora que acaba el año, todo sigue igual o peor. Hay crisis energética, y el gobierno hace todo lo posible, para que sus amigos, los capitostes, sigan enriqueciéndose aún más. El paro sigue siendo la lacra de nuestra sociedad, aunque intentan taparlo con cifras falseadas, o algo maquilladas. Los ricos son más ricos y los pobres cada vez más pobres. Siguen surgiendo pruebas en contra de aquellos que deberían ser un dechado de virtud, pero que en cambio lo único que saben hacer, es salir delante de las cámaras para justificar unos gastos injustificables. Los corruptos salen de la prisión. Las semidiosas, de bien seguro, se librarán de la justicia, y el payaso Nicolás, llena portadas de periódicos “serios”, y de programas no tan “serios”, mientras sus bolsillos están repletos de más y más parné.


Cómo escritora que soy, tengo un terrible mal: Jamás dejo de pensar.

Por ello necesitaba escribir esta entrada, para acabar el año sin malos rollos, y sobre todo para alzar mi voz a través de mis letras, y decirles a todos aquellos que intentan fastidiarnos la vida, aquellos que no saben gobernar, aquellos que mejor estarían en un pasado, al que la mayoría de nosotros no queremos volver, que no voy a permitir que sus nefastas acciones, que sus palabras necias, que su horrible modo de llevarnos, me fastidien la vida, y sobre todo, estas fechas, que para mí son tan entrañables.


Señores del gobierno. Bonitas caras de la oposición, que solo sois eso, una bonita cara. Nuevos salvadores del mundo, con o sin coleta. Gobernantes de cara cuadrada y todos aquellos que desean un mundo mejor, aunque sin tener que mojarse demasiado. Virus varios que pululáis por mi país. Hombres que seguís en la etapa Neanderthal, (esto va por varios, pero sobre todo por Recep Tayyip Erdogan y sus “bonitas” declaraciones en cuanto a la igualdad masculina y femenina). Mujeres que mejor debierais haberos quedado viviendo en un mundo pasado, en vez de intentar llevarnos a todas aquellas que hemos decidido seguir evolucionando, a ese mundo que tanto os gusta.

Todos vosotros no vais a conseguir que deje de sonreír, que deje de amar a los demás, que deje de subirme a unos tacones, (esto va por un estudio que dice que en época de crisis, las mujeres los dejamos en casa, en pro de un calzado más cómodo).

No me quitaréis la navidad. Porque somos dueños de nuestras vidas, y vosotros solo sois un mal necesario, para que la verdadera democracia, (que por supuesto, no es esto que estamos viviendo), funcione, como algún día, algunos imaginaron.


Puede que el tiempo me tape la boca, o puede que seáis vosotros los que os quedéis con la misma abierta, cuando, (espero por el bien de la sociedad), os deis tal batacazo, que este mundo cambie a mejor, porque a peor, no puede ir, a no ser que algún iluminado surja de la nada, y se erija en salvador del mundo por la fuerza, cosa que ni deseo, ni espero.


En mi tierra, a esto que he hecho, se le llama “buidar el pap”, en castellano sería algo parecido a desfogarse, y si bien sé, que no debería haberlo escrito tan cerquita de Navidad, os prometo que mañana, volveré a escribir, porque no deseo dejaros un mal regusto para que mi alma se quede tranquila.


Ahora sí. Ahora que he vaciado mi mente de todos los trastos que la habían amueblado, es hora de seguir disfrutando de estas fiestas. De la tradicional Fira de Santa Lluçia. De las comidas familiares que se alargan hasta bien entrada la noche. De los cálidos y a la par horrendos jerséis navideños. Y... ¿por qué no? De la tradicional “misa del gall”, de la que normalmente sales con un poquito más de espíritu navideño. De las conversaciones mezcladas. De la comida de la mama. Del calor del hogar, y de los largos paseos por las calles iluminadas de Barcelona, junto a mi pareja, bien parapetados del frío con sendos abrigos, mientras nuestras manos se enlazan enfundados en unos cálidos guantes, mientras noto que aún le amo, no como el primer día, sino incluso más allá, con un amor inexplicable que aunque llena cada uno de nuestros días, en esta época parece un poquito más latente.

Y es que, qué le voy a hacer. No tengo remedio, pero a mí la Navidad, me enternece el corazón y hace que mis sentimientos estén a flor de piel.


Es tiempo de amor y... como diría Costanza: El amor todo lo puede.

¡Dadle una oportunidad! No dejéis que unos mal nacidos, (que bien estoy segura no pueden ni siquiera mirarse al espejo sin vomitar), os quiten la ilusión de estos días y os hagan olvidar lo que en verdad importa.


Slow Life, siempre!!