lunes, 12 de marzo de 2012

Política española y el 11 de marzo


Me considero una persona apartidista y completamente apolítica, aunque algún descerebrado pueda pensar lo contrario, pues cada día creo más en las palabras que mi abuelita jamás se cansaba de decir: La política lo corrompe todo.

¿Sabéis ese dicho que dice “esta es la última gota que colma el vaso”?

Pues, para mí, el lamentable y vergonzoso papel que hicieron, siguen haciendo y que seguirán haciendo los dos partidos políticos principales españoles con la tragedia del 11M, es esa gota que ha colmado mi vaso.

Señores políticos del PP y del PSOE. No sé cómo pueden irse a la cama cada noche y dormir tranquilos. Deben tener el corazón helado para usar el dolor de las víctimas del terrorismo para sus fines políticos, y de veras que a mí se me caería la cara de vergüenza de mirarme en el espejo, y saber que estoy usando ese dolor para rascar unos votos para seguir o conseguir el poder.

¿Cómo pueden politizar el dolor? Más aún. ¿Cómo dos personas que han perdido a sendos hijos en ese atentado se dejan manipular por la política?¿Es que ya nada importa en este país?

El otro día asistí a un seminario, del cual hablaré más adelante, cuando la mala leche de hablar de política se me haya pasado, en el que el profesor, dijo una gran verdad:

- No hay peor villano que el que cree no estar haciendo nada malo –

La próxima frase es de cosecha propia:

- No hay peor idiota que el que cree a ese villano con los ojos cerrados –

Yo estuve el 11 de marzo del 2004 en Madrid. Me encontraba en un congreso y me levanté aquella mañana con la terrible noticia, y sé que lo primero que me sorprendió es que alguien dijo: ¿Cómo llegaremos al recinto ferial? ¿Creéis que habrá taxis?

Al principio no le di importancia, pero durante nuestro viaje hacia la feria, pensé en aquella frase y creí en ese momento que cada uno lleva el dolor a su manera. Recuerdo que mi primer pensamiento fue para uno de mis delegados que venía en tren desde Pamplona. Le llamé, y su teléfono comunicaba, y sé que me quedé tranquila, porque al menos daba señal. Cuando el taxista nos preguntó si éramos familiares de las víctimas, pues si así era no iba a cobrarnos la carrera, pensé que la noticia con la que me había despertado, era más grave que lo que la gente nos había dicho. Es curioso, pero estando en esa ciudad, nosotros éramos los más desinformados de lo ocurrido.

Durante aquel día, la feria estuvo vacía y recuerdo que al tener que atravesar la misma para ir a buscar a ese delegado a la puerta principal, pude vivir el dolor, la tristeza y algo que describiré más adelante, pues aún me cuesta hablar de ello, no en primera persona pero si desde una fina barrera, haciendo mío ese dolor por la cercanía de los familiares que empezaban a llegar a la feria donde los cadáveres recuperados estaban siendo llevados.

Tengo mis recuerdos algo borrados pues tengo el don de olvidar las cosas malas que me ocurren, pero sí recuerdo, que había una pasarela en el piso superior donde los familiares eran atendidos por un numeroso grupo de psicólogos. No estuve mucho tiempo viendo aquello, pues sé que aceleré el paso para no verlo, pero llegaron hasta mí, lloros desgarradores, gritos ahogados e incluso creo que alguna que otra persona desmayada.

Si algo puedo recordar de aquellos días, es mi paso por delante del pabellón donde yacían los cadáveres, y sé que esto que ahora voy a escribir, puede herir la sensibilidad de muchos de los que lean este blog, pero en verdad es la primera vez que escribo sobre ello, y sé que si puedo terminar esa frase sin irme por los cerros de Úbeda, habré de alguna forma, superado lo que aquel día sentí.
No sé si esto ocurrió esa misma tarde o al día siguiente, pero recuerdo que había mucha luz en el momento que atravesé el pasadizo principal de la feria. Me encontraba lejos del pabellón en cuestión, no podría decir a qué distancia, pero a la suficiente como para ver que la gente que custodiaba la puerta llevaba sendas máscaras.
De pronto un hedor. Una penetrante pestilencia a podrido llegó hasta mí, haciendo que una arcada apareciera en mi estómago, aunque por suerte, como jamás vomito, no tuve que hacerlo. Sé que me tapé la nariz con la manga de mi chaqueta, pero a pesar de ello, aquel olor se quedó impregnado en mis fosas nasales y lamentablemente, jamás podré olvidarlo. 

Instintivamente miré hacia aquel lugar sabiendo que aquel tufo era el olor a muerte.

Jamás había yo sentido aquella profunda tristeza que se apoderó de mí en aquel momento. Nadie había yo perdido. No tenía que llorar por ninguna vida humana que yo conociera, pero lo que en aquel momento sentí se me quedó agarrado al corazón hasta hoy, que creo, que he conseguido, a través de estas palabras, liberar esa profunda tristeza que aún llevaba dentro.

Ahora señores políticos, sigan usando el 11M como arma arrojadiza. Sigan influenciando a unas y a otras, sigan usándolas para sus malditos fines que no son otra cosa que seguir siendo los que van a llevar a este país a la ruina, ya no económicamente, que también, sino moralmente.

Nunca he sido pro-americana, aunque sé que como todas las sociedades algo bueno deben tener. Y me es imposible no comparar como se enfrentó ese país al 11S y cómo se ha enfrentado el mío al 11M. Siento vergüenza y un profundo dolor al darme cuenta de que los corazones de los políticos están completamente vacíos.

¿Quién es peor persona? ¿El villano que cree firmemente que no está haciendo nada malo, o el idiota que le sigue?

Slow life.